Luego de una gripe, Melissa Benoit sufrió de una infección pulmonar grave. Con solo 33 años, el cuerpo de esta mujer canadiense resistía a los antibióticos y sus órganos comenzaron a fallar; la infección se había expandido a todo su cuerpo. Y aunque parecía que ya todo estaba perdido, y que sería el momento de partir, los médicos se arriesgaron a proponerle una opción que parecía descabellada.
Extraerle ambos pulmones (donde se alojaba el foco de infección) parecía una idea aterradora. Luego de la extracción de sus pulmones, además, ella viviría con un soporte vital hasta que llegara un donante. Éste era un procedimiento que nunca antes se había hecho, pero frente a la posibilidad de seguir con vida, la joven, madre de una pequeña niña de 3 años, dijo que sí.
Los médicos del Hospital General de Toronto no sabían con certeza si iban a poder mantener la presión sanguínea y los niveles de oxígeno durante la operación, pero ellos también tomaron el riesgo de hacerlo, porque de eso dependía la vida de Melissa.
9 horas duró la cirugía, pero una vez que sus pulmones fueron extraídos, sus signos vitales se estabilizaron, de a poco. Le conectaron un pulmón artificial y un aparato de oxigenación extracorpóreo.
El trasplante llegó 6 días después y ella fue poco a poco recuperándose hasta volver a caminar. Hoy espera recuperarse del todo para recibir un trasplante de riñón, ya que los suyos fueron muy dañados por la infección.
«Pasas de estar al borde de la muerte a estar de vuelta en casa. ¡Estoy tan agradecida y tan feliz!», señaló Melissa, emocionada de poder volver a ver a su hija otra vez.
Vía La Bioguia/www.diariorepublica.com