Lejos del mundo occidental, en la cordillera del Himalaya, se alza el imponente reino de Bután, uno de los países más pequeños del planeta Tierra, un lugar único, donde el gobierno decidió medir su bienestar con un Índice Nacional de Felicidad, en vez de utilizar el indicador clásico, como el Producto Bruto Interno (PBI), estableciendo así un equilibrio entre lo espiritual y lo material.
El sol ilumina fuertemente la ciudad de Thimpu, la vida parece transcurrir sin prisa, socegada, calmada. Los puestos del mercado de verduras ofrecen deliciosos productos autóctonos, entre ellos chiles rojos y verdes, lustrosas berenjenas, compactas coles, tomates de árbol, decenas de tipos de manzanas y arroz rojo del Himalaya.
Belleza natural, cultura y tradición. Estos pilares quizás sean los más importantes de la vida en el país que se ubica al sur de Asia, y que limita con China y con la India.
Tiene menos de 750 mil habitantes en una superficie de aproximadamente 38 mil kilómetros cuadrados, cuyo 70% es de área forestal.
Los visitantes que llegan de todos los rincones del mundo se extasían ante las verdes y exuberantes montañas, de cumbres plateadas por la nieve que contrastan con las fortalezas y los monasterios de siglos de historia dispersos por toda la tierra del dragón.
La nueva fórmula
Para calcular la FNB, el gobierno de Bután creó una medición basada en cuatro pilares y nueve áreas que se evalúan cada dos años en una encuesta que busca medir la felicidad -entendida como «aquello que permite un desarrollo que balancee las necesidades del cuerpo con las necesidades de la mente»- de sus habitantes.
El primer sondeo fue realizado en 2007 y registró datos sobre bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y gobierno.
Pero eso no es todo en la nación del Himalaya. Según los resultados de esa medición el gobierno ajusta sus políticas públicas. A modo de ejemplo, como la encuesta registró el deseo de una gran cantidad de habitantes de tener una vida mentalmente más relajada, tras realizar diversos estudios el ejecutivo se convenció de que la meditación podría ser un gran factor protector de la salud mental de las personas.
Por esta razón Bután la incorporó dentro de su malla curricular escolar como una forma de hacer frente al estrés y la depresión.
Sustento
El concepto butanés de la felicidad interior bruta se sostiene sobre cuatro pilares, que deben inspirar cada política del Gobierno. Los pilares son: 1. Un desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo. 2. La preservación y promoción de la cultura. 3. La conservación del medio ambiente. 4. El buen gobierno.
En base a estos pilares se definen ciertos indicadores, como el uso del tiempo para el trabajo, la familia y los amigos. La vitalidad comunitaria, que comprende lazos significativos con los vecinos, por ejemplo. La cultura y la resiliencia, que incluye el respeto y promoción de las tradiciones y pueblos originarios. Un buen gobierno, con participación de la sociedad civil y transparencia. Y, por último, la felicidad individual.
Tradición
Hay orquídeas, una de cuyas variedades se come, aportando una textura fibrosa y un sabor amargo a los guisos de chile o de carne. Y hay nuez de areca que, untada con limón y envuelta en hoja de betel, tiñe de rojo los dientes y los escupitajos de los butaneses que la mastican.
La mayoría de la gente, incluso en la ciudad, viste el atuendo tradicional butanés, que la ley impone en determinadas áreas públicas, para reforzar la identidad cultural butanesa (uno de los pilares de la FIB). Las mujeres llevan un vestido hasta los tobillos.
El de los hombres es un vestido de una sola pieza de tela que llega hasta las rodillas y se ata con un cinturón. En los actos oficiales, los hombres se ponen una gran bufanda, llamada kabney, cuyo color indica el rango de la persona.
Vida Butanesa
De talante tranquilo y sin escatimar en sonrisas, es prácticamente imposible escuchar una subida de tono o un insulto de boca de un butanés.
El ecosistema de estas tierras sagradas transmite la misma paz, las vastas montañas, millones de árboles e interminables ríos magníficos comparten protagonismo con banderas de rezo de colores, piedras pintadas con imágenes de santos budistas, estupas erguidas en lugares inhóspitos y banderines blancos como homenaje a los muertos.
Atrévete a visitar el pequeño reino suspendido en las alturas del Himalaya donde la filosofía y la religión budistas son el alma de los habitantes, aquí la vida parecería ser mucho más pura que en cualquier lugar de Occidente.
Redacción Rosana Muñoz/www.diariorepublica.com