Un ángel, disfrazado del poeta Jorge Guillén, desciende sobre la almohada de Fidel Castro Ruz y susurra:“Tengo tan buena suerte que soy nonagenario. / No sé si algún poeta que hablase nuestro idioma / Subió por el Parnaso a tan dichosa loma. / El ritmo guía a veces por un mundo muy vario..”. En duermevela, el máximo líder de la revolución cubana, quien hoy amaneció cumpliendo 90 años, escuchó la voz de Omara Portuondo, cuando, hace una década, le cantó las mañanitas acompañado de la orquesta Buena Vista Social Club y 80 músicos más.
Aquel día, trece jornadas después de legar el poder a su hermano Raúl, Fidel recibió la visita de su dilecto discípulo criollo, Hugo Chávez, quien le llevó una taza para beber café que perteneció a Simón Bolívar. Hoy, habrá regia fiesta.
Desde su natal Birán, hasta las más remotas aldeas africanas abundarán celebraciones, todas signadas por el carácter antinómico, esa dicotomía amor vs. odio que forma parte de su heredad.
No pasarán desapercibidos estos noventa años del ser que el escritor Gabriel García Márquez definió como “uno de los grandes hombres de nuestra era, sea porque fuese bueno o malo, pero de los que no se olvidarán jamás”.
Fidel, El Comandante, sin mucho aire en los pulmones para soplar estas 90 velitas que el mundo extiende ante su brillante impronta. El muchacho formado por Lasallistas, hijo natural de un terrateniente azucarero llamado Ángel, quien, según su maestro, el padre Llorente, “amaba el baloncesto y era un obcecado estudiante solitario”. Tercero de siete hermanos, dos varones y cuatro hembras. Desde chico, cuenta su biógrafo, Peter Bourne, Fidel Alejandro mostró “madera de héroe”. En 1950 egresó como abogado de la Universidad de La Habana, con una visión apasionada de la justicia social como factótum, fundamento bajo el cual se circunscribe al Partido Ortodoxo, instigado por el pensamiento de José Martí.
En You Tube aparece el filme de la directora Estela Bravo, donde refleja a un ser común y corriente, ajeno a las glorias y desmanes que pelotean sus apologetas y detractores. Un hombre que nada en el mar junto con sus guardaespaldas, que visita su antiguo hogar, la escuela de la infancia, mientras intercambia chanzas con su amigo Nelson Mandela o abrazando al muchacho Elián González, quien le deparó una de sus históricas victorias ante su archienemigo, el gobierno de Estados Unidos. El último prócer del siglo veinte.
Al cumplir 61 años, el Nobel colombiano plasmó sus sentimientos: “Da la impresión de que nada le divierte tanto como mostrar su cara verdadera a quienes llegan preparados por la propaganda enemiga para encontrarse con un caudillo bárbaro. Él les canta las verdades, y soporta muy bien que se las canten a él”. Censuraba a sus colegas:
“Pero lo más lamentable, tanto para Fidel Castro como para sus oyentes, es que aun los periodistas mejores, sobre todo los europeos, no tienen ni siquiera la curiosidad de confrontar sus cuestionarios con la realidad de la calle. Anhelan el trofeo de la entrevista con preguntas que llevan escritas de acuerdo con las obsesiones políticas y los prejuicios culturales de sus países, sin tomarse el trabajo de averiguar por sí mismos cómo es en realidad la Cuba de hoy, cuáles son los sueños y las frustraciones reales de sus gentes: la verdad de sus vidas”, sentenciaba el escritor.
El catedrático zuliano Omar Muñoz conoció personalmente a Fidel y testimonia: “He tenido el privilegio de compartir varias veces cara a cara con él… Una personalidad avasallante en todos los escenarios, distintos pero vinculados a la educación y a la política, una memoria asombrosa para manejar datos, números, relaciones, costos, servicios estudiantiles; hectáreas cosechadas, energía, finanzas mundiales, profundiza en el tema hasta el detalle menos conocido. Pedir información sobre la lógica de la economía y explicar los efectos de la globalización…”.
El corazón zuliano late comprometido desde el lar de “La Muñocera”: “En una ocasión, ante la pregunta mía de porque no había venido a Maracaibo y que conocía de ella, respondió que no lo habían invitado, que seguía esperando por ello; dijo que se le hacía que el malecón de Maracaibo tenia semejanza con el malecón de La Habana y las casas comerciales vinculadas al comercio exterior. Hasta me hablo de Luis Aparicio, de quien le entregué una tarjetica de las que editaba Tamanaco y que cargaba yo autografiada por “El Junior”. Esa noche jugaban Cuba y Japón, en Japón, y perdió el equipo de la Isla, una a cero. El juego ya había concluido pero el no sabía el resultado aún y había ordenado que se grabara pero había pedido también que no le hicieran ningún comentario porque lo vería completo al finalizar la jornada oficial.”
Prosigue remembrando: “En otra, después de un discurso sumamente crítico en el teatro Carlos Marx, donde denunciaba vestigios de discriminación en la facultad de medicina, Fidel, ante el presidium de ministros de su gabinete y otros invitados, asumía que yo me parecía a Colin Powel.. Cuando rechacé la comparación (por guerrerista) con aquél, dijo, de manera cómplice “Yo sé lo que te digo, de eso sé yo, ése es el menos halcón de todos, ese es un hombre de paz”. En sus noventa años, hay en Fidel una historia de dignidad, de dedicación, de humanismo en todos sus actos, de flexibilidad y de entereza, una capacidad de leer complejas realidades y responder en las mas duras de las adversidades. Fidel es un hombre de Estado, está en la historia universal, como está Jesús Cristo, como está Bolívar, como está El Quijote; la maquinaria mediática y militar del imperio ha querido minimizar su presencia pero los pueblos saben que la resistencia del pueblo cubano tiene en él su inspiración, que también lo es para los pueblos del mundo, desde una ética personal y política, desde una profunda practica humanista en su hacer de justicia y solidaridad”, concluyó.
Fidel deviene en un personaje que muchos actores ambicionan representar. Consultado al respecto, William Goite apunta: “Afortunadamente no tengo ningún rasgo físico similar a este personaje. Ni personal. Pero si me correspondiera interpretar a este personaje yo lo enfocaría desde la dualidad. La doble cara. El caradurismo. Una cara seria la que muestre al pueblo y su discurso de igualdad colectiva. Y otra la que mostraría en los aposentos personales disfrutando de las bondades del poder, comiendo sabroso y como un pachá con un rictus en el rostro entre ironía y maldad.
Impelable en la caracterización la verborrea sin fin con los sobreagudos de su voz y las casi “salidas de gallo” que son una constante en este personaje. Exigiría una escena: Este personaje comiéndose con fiereza una tremenda hamburguesa con papitas fritas y full bacon con un gran vaso de Coca Cola helada. Se dirige a la multitud y les dice: “Yo rechazo la mentira porque sé que la ignorancia ha sido la gran aliada de la opresión a lo largo de la historia”.
Rasgando su cuatro fino, Gustavo Colina tremolea: “Alguna vez soñé que oí unas palabras que me decían de él, ¡es un pez con corazón de León! Fidel es un hombre de varios tiempos y un olfato histórico sin precedentes, sorprendente siempre, lo recuerdo siempre en mis días adolescentes, desarrollando temas de biología y genética…”.
El poeta César Seco advierte: “Uno, con respecto a Fidel Castro Ruz, tiene que levantar la lámpara. Qué duda cabe de que es un héroe por haber enfrentado la mayor potencia imperialista con los valores de la cultura y la solaridad, para sostener una revolución igualmente innegable, pero no incuestionable. De Fidel quien mejor pueden hablar son los cubanos, tanto los que se quedaron como los que se fueron. Pienso libremente, que en un momento el proceso que lideriza aún se agotó y tuvo que hacer hasta lo aborrecible, perseguir, encarcelar, matar. Nada lo justifica y todo lo condena. Pero no soy nadie para erigirme como juez. Lo que sí estoy claro es que el modelo cubano, el modelo fidelista no es transplantable a otros procesos de liberación que se han dado y seguirán dándose en nuestra América y en el mundo. Fidel determina algo; la firmeza, la conciencia de todo o nada ante las pretensiones imperialistas…”.
El cantautor Atenógenes Urribarrí trova: “Me pregunté ‘para qué sirve la vejez’ . Me dije: para hablar en tono profético, con la sabiduría de los viejos sabios de las tribus a las naciones, a la gente, al mundo, mostrándoles el camino andado y ofreciéndoselo como posibilidad… Para ver los millones de hijos y nietos entregados a la rebeldía necesaria, entregados a la construcción de lo imposible. Para ver una Cuba misionera en Angola, Afganistán, Haití, Granada, Venezuela y casi todo el mundo oprimido, donde vive como misionero del “amor de humanidad”… Sirve para ver el camino lleno de los “muertos de mi felicidad”, como dice Silvio. Vio sembrar a Mandela, a Allende, a Chávez y los ha visto multiplicarse, resucitar con los pueblos. Para enseñar la misma barba, ahora blanca y con la misma rebeldía de toda su vida…”.
El médico cubano-venezolano Segundo Cazalis, hijo homónimo del publicista cofundador de ARS Venezuela, recuerda la amistad de su padre con Castro: “Fidel increpó a mi padre por defender el derecho a la información periodística. Eso fue en caso de la muerte de Fructuoso Rodríguez. Si USA en el 1959 hubiese sido comunista, Fidel Castro seria el Lech Walesa de Cuba. La revolución cubana es comunista por necesidad y nacionalista por vocación.”. El ángel cierra el libro. Fidel despierta. Su pueblo, también.
Vía Panorama/www.diariorepublica.com