Sencillamente la Doctora María, así la llamaron los Yukpas, los Japreira y los Barí. Las comunidades de la Sierra de Perijà conocen de su trabajo y dedicación con verdadera entrega. Un ser humano que emprendió su viaje a la casa del Padre con la humildad y la alegría que la caracterizaba y que manifestó en su servicio médico a nuestros pueblos originarios.
La memoria oral de las comunidades transmite bien a los más jóvenes estas historias, como la de la doctora María Monzón, de verdaderos héroes, llenos de amor, que vuelan con sus principios mucho más alto que el común de los humanos.
De espiritualidad Franciscana, su entrega densa y reconocida por organismos internacionales, su lucha documentada sobre la hepatitis B y otras enfermedades que afectan nuestras comunidades originarias y que desde el contacto con el europeo y los mestizos, diezmaron por miles a estos pobladores de la selva. Inquieta e incansable, irradiaba la paz y la firmeza de quien conocía y amaba su trabajo.
El río de Oro, El Tokuko, Ipika, Saymadoyi, Bokshi, espacios de esta tierra nuestra que para algunos parecerían de ultramar, así como multitud de seres humanos, recibieron su visita y atención directa, sintieron su mano para recibir salud, amor y esperanza.
Mientras acompañábamos a sus familiares, le escribimos a Fray Víctor, ahora en Madrid recuperando fuerza para seguir la batalla del amor verdadero a los indios. Copio su mensaje que es un testimonio válido de otro apóstol del amor en el servicio.
“Una noticia bien triste por lo que supone la pérdida de una gran persona, una gran profesional y por sobre todo, que junto con su también difunto esposo el Doctor Monzón, supieron poner los talentos que Dios les dio al servicio de sus hijos preferidos… los más necesitados.”
Continua el fray “Nos consuela el saber que estará ya recibiendo del Señor el premio prometido a sus hijos fieles como ella. La encomendaré a Dios al mismo tiempo que le daré gracias por todo lo que ha significado su vida y su obra. ¡Paz a su alma!
FRANCISCOARIAS CARDENAS