
La movilidad cuesta arriba: Ciudadanos destinan hasta $80 mensuales en pasajes
El creciente costo del transporte público se ha convertido en una pesada carga financiera para miles de ciudadanos, especialmente para estudiantes y la clase trabajadora. Mientras el ente regulador estipula un costo de 40 bolívares (Bs.) por pasaje, la realidad en las calles muestra precios que oscilan entre 80 y 120 Bs., e incluso más en rutas específicas, lo que representa una tarifa que se acerca peligrosamente a la dolarización no oficial. Esta discrepancia no solo genera confusión, sino que obliga a los usuarios a destinar una porción significativa de sus ingresos a la movilidad esencial.
Para quienes dependen de «carritos por puesto» o autobuses a diario, el panorama es particularmente sombrío. Un ciudadano que deba tomar dos autobuses para ir y volver de su lugar de estudio o trabajo, podría incurrir en un gasto semanal de $20, sumando hasta $80 mensuales en transporte. Esta cifra es alarmante, considerando que para un amplio sector de la población representa una parte sustancial de su salario o mesada. El alto costo de la movilidad pone en jaque la economía doméstica, obligando a muchos a sacrificar otras necesidades básicas.
El impacto en los rostros diarios
Estudiantes, trabajadores y usuarios habituales son los principales afectados por esta escalada de precios. La preocupación se acentúa en el sector estudiantil. A pesar de existir un beneficio tarifario que estipula un descuento del 50%, este subsidio es, en la práctica, ignorado por muchos transportistas. De igual manera, los adultos mayores y personas con discapacidad, que deberían gozar de un descuento del 100%, ven cómo este derecho social se pone en tela de juicio a diario, obligándolos en muchos casos a pagar la tarifa completa o a limitar sus desplazamientos.
La movilidad se convierte así en un lujo más que en un derecho. Jóvenes que cursan estudios superiores y trabajadores que perciben salarios mínimos se ven obligados a calcular al detalle sus gastos diarios. El impacto va más allá del bolsillo; afecta la asistencia a clases, la puntualidad laboral y, en última instancia, la calidad de vida y las oportunidades de progreso.
La dualidad del conductor y el pasajero
Es crucial reconocer que el alza en los precios del pasaje no responde únicamente a la voluntad del transportista. Los conductores argumentan que las tarifas actuales, incluso las que duplican o triplican las oficiales, son un intento desesperado por cubrir los altos costos operativos de sus vehículos. El precio de repuestos, lubricantes y mantenimiento general, también indexados al valor del dólar, hace insostenible la profesión si se cobra la tarifa regulada.
Esta dualidad crea un círculo vicioso: el pasajero no puede pagar más y el conductor no puede cobrar menos. Ambas partes son víctimas de un contexto económico inflacionario. La solución requiere de una intervención que equilibre la necesidad del ciudadano de una tarifa justa y la del transportista de una tarifa que le permita sostener su actividad. La mesa de discusión debe evaluar a fondo el sistema de subsidios, los costos reales de operación y la capacidad adquisitiva de la población para garantizar que la movilidad no se convierta en un obstáculo infranqueable para la vida diaria y el desarrollo del país.
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