
El Vaticano fue escenario de un evento de gran importancia para Venezuela con la asunción a los Altares de José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, quienes se convirtieron en los primeros Santos de nuestra nación. La ceremonia tuvo lugar en la Plaza San Pedro, ante una multitud de aproximadamente 55.000 personas, muchas de las cuales eran venezolanas que mostraron su orgullo nacional con banderas y camisetas con las imágenes de los nuevos santos.
José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, nació en 1864 en Isnotú, Trujillo. Desde joven demostró una dedicación extraordinaria a la medicina y a ayudar a los más necesitados, lo que le valió un gran aprecio por parte de la comunidad. Se trasladó a Caracas a los 13 años para continuar su formación y se graduó de médico en la Universidad Central de Venezuela en 1888. Su vida se truncó en 1919, cuando fue atropellado en las calles de la capital.

A lo largo de los años, Hernández ha llegado a simbolizar un punto de unión en el país, incluso en tiempos de polarización política, siendo admirado por todos sus devotos. Su proceso de canonización comenzó en 1949, y su beatificación se logró en 2021, luego de que el Vaticano reconociera un milagro atribuido a su intercesión.
Carmen Rendiles, por su parte, nació en 1903 en Caracas y desde temprana edad mostró un fuerte deseo de servir a los demás, aunque enfrentó desafíos debido a su discapacidad. A pesar de las dificultades, ingresó a la Congregación de las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento en 1927 y, en 1965, fundó su propia congregación con el apoyo del episcopado venezolano. Durante su vida, se dedicó a la educación, estableciendo escuelas para niñas de bajos recursos y promoviendo diversas iniciativas sociales.
Rendiles también fue beatificada en 2018, cuando se le reconoció un milagro relacionado con la curación de una médica venezolana en 2003, seguido por otro milagro aprobado en 2021.
La canonización de ambos personajes no solo resalta sus contribuciones al bienestar social, sino que también marca un hito para la identidad cultural y religiosa de Venezuela. Su legado perdura en el país y en las comunidades que celebran su dedicación al servicio y a la educación.
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