
El Papa León XIV culminó su intensa visita al Líbano este lunes con una peregrinación de profundo significado espiritual. En su segundo día en el país, el pontífice acudió al histórico monasterio de Annaya, un santuario en la montaña donde reposan los restos del venerado santo eremita San Charbel Makhlouf. Su presencia no fue solo un acto de devoción personal, sino un rotundo y urgente llamado a la paz para el Líbano y el siempre convulso Oriente Medio, tras su reciente escala en Turquía.
Un ejemplo de ascetismo que traspasa fronteras
San Charbel, considerado el primer santo del Líbano y un ícono espiritual global, personifica un ideal de vida completamente volcado al ascetismo y la oración. Nacido Youssef Antoun Makhlouf, decidió apartarse del mundo para vivir en la estricta austeridad de una ermita. Dedicó su vida al ayuno, el silencio y la oración incesante, muriendo en 1898 en una modesta celda de piedra del monasterio de Annaya.
La santidad de Charbel ha trascendido con creces las fronteras del cristianismo maronita. Su tumba se ha convertido en un centro de peregrinación ecuménico, atrayendo anualmente a cerca de cuatro millones de visitantes, entre los que se cuentan no solo cristianos, sino también numerosos musulmanes. Todos son atraídos por la pureza de su ideal de vida y los innumerables milagros que se le atribuyen. Es un testimonio vivo de que la fe y la espiritualidad profunda son un lenguaje universal de esperanza.
Lecciones del eremita para el mundo moderno
Durante su reflexión ante la tumba, el pontífice, de origen estadounidense y peruano, destacó la radicalidad y relevancia del ejemplo de San Charbel para la sociedad contemporánea. León XIV presentó al eremita como un faro para conseguir «el silencio a quienes habitan en medio del bullicio», «la modestia a quienes viven para aparentar» y «la pobreza a quienes buscan las riquezas».
«Son todos comportamientos a contracorriente,» reflexionó el Papa, «pero precisamente por eso nos atraen, como el agua fresca y pura atrae a quien camina por el desierto.»
El Papa también hizo referencia a la incesante afluencia de fieles: «Cada 22 del mes, miles de peregrinos acuden hasta aquí desde diferentes países para pasar un día de oración y descanso del alma y del cuerpo,» evidenciando la sed espiritual que el eremita sigue calmando.
Intercesión por la paz y la conversión de los corazones
Ante el lugar de descanso del primer santo libanés, el Papa León XIV elevó una oración de intercesión confiando a San Charbel las necesidades más apremiantes de la Iglesia, del Líbano y del mundo entero.
«Para la Iglesia pedimos comunión, unidad; empezando por las familias, pequeñas iglesias domésticas, y luego en las comunidades parroquiales y diocesanas; y también para la Iglesia universal,» enfatizó.
Su petición más solemne se centró en la situación geopolítica: «Y para el mundo pedimos paz. Especialmente la imploramos para el Líbano y para todo Oriente Próximo,» afirmó el pontífice con visible emoción.
Finalmente, León XIV concluyó su mensaje con una firme convicción teológica, destacando que la paz comienza en el interior: «No hay paz sin conversión de los corazones. Por eso, que San Charbel nos ayude a orientarnos hacia Dios y a pedir el don de la conversión para todos nosotros.» La visita al santuario no solo reforzó los lazos con el cristianismo libanés, sino que sirvió como una plataforma para pedir un cambio profundo y espiritual en una región marcada por el conflicto.
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