
La migración venezolana hacia América Latina no solo representa un fenómeno social, sino también un motor económico que ha demostrado un impacto fiscal positivo en los países de acogida. Un reciente estudio subraya que este grupo demográfico, mayoritariamente joven y con niveles educativos superiores al promedio local en muchos destinos, está contribuyendo significativamente a la productividad y a la base tributaria regional.
El perfil del migrante venezolano es notablemente joven y activo laboralmente, concentrándose principalmente en el rango de edad de 18 a 39 años. Esto se refleja en promedios de edad de 34 años en países como Colombia y Perú, y de 36 años en Chile y Ecuador. Esta juventud demográfica no solo renueva la fuerza laboral, sino que también inyecta dinamismo a las economías locales.
Capital humano y contribución
Una de las características más destacadas es el nivel de capital humano que aportan. Con frecuencia, la población migrante venezolana posee niveles educativos técnicos o superiores que superan a los de la población local. Si bien el grado de calificación varía por destino —con el 19 % de migrantes con «niveles educativos altos» en Colombia, pero una proporción mayor en Chile y Perú—, este capital intelectual es un activo valioso.
Sin embargo, el informe también identifica un desafío clave: esta alta calificación no siempre se traduce en una inserción laboral acorde o en la continuidad profesional esperada. Este desajuste ha provocado un “fenómeno creciente de migración secundaria”. Es decir, muchos profesionales calificados se asientan inicialmente en países fronterizos por razones de accesibilidad y redes familiares, pero posteriormente se trasladan a otros destinos al percibir obstáculos en el mercado laboral o falta de reconocimiento de sus credenciales.
Aporte fiscal directo e indirecto
El análisis detalla el impacto económico positivo que la migración ha generado en los ocho países analizados, los cuales concentran aproximadamente 5,7 millones de migrantes. La llegada de esta población ha incrementado la oferta de mano de obra calificada, impulsando la productividad y expandiendo directamente la base tributaria.
Se estima que el consumo total de los migrantes supera los 10.600 millones de dólares. Este gasto conlleva un aporte fiscal crucial a través de impuestos directos e indirectos, con un impacto notable en sectores clave como vivienda, servicios y alimentación.
Claves para una gestión exitosa
Finalmente, el estudio resalta que las experiencias más exitosas en el manejo migratorio de la región son aquellas que adoptan un enfoque integral. Dichas políticas “combinan procesos regulatorios flexibles y de largo alcance, con políticas intersectoriales de integración socioeconómica”. Por el contrario, la imposición de medidas restrictivas solo contribuye a aumentar la precariedad y la vulnerabilidad de la población migrante, limitando su potencial contribución económica. La clave está en facilitar su plena integración para maximizar el beneficio mutuo.
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