
Está preso hace tres mil 285 días. Hasta febrero de este año estuvo en los calabozos de El Helicoide, sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebín). En esa fecha fue trasladado hasta la Cárcel Militar de Ramo Verde, en Los Teques. La petición de una medida humanitaria le desgasta los días a su esposa y sus dos hijos, así como al equipo de defensa y organizaciones de derechos humanos.
Iván Simonovis sufre 19 patologías que le minan la salud. Osteoporosis, una lesión en la columna y otra en la cervical, hipertensión, gastritis aguda y prediabetes ponen en peligro que, incluso, se mantenga en pie. Fueron más de ocho años en los que solo recibió sol una hora cada 15 días. Los diagnósticos los precisan los informes de médicos privados, los ratifican los informes médicos del Sebín, los forenses de la Fiscalía, del CICPC y el más reciente informe del Hospital Militar. «He sido examinado 12 veces por todos estos médicos. Sin embargo, han pasado más de 130 días desde que se hizo la solicitud de medida humanitaria y la jueza de Ejecución, Ada Marina de Armas, aún no decide».
Por diagnósticos menores a los de Simonovis, a otros presos políticos en Venezuela les otorgaron medidas humanitarias. Desde que llegó a Ramo Verde, en febrero de 2013, no recibe el tratamiento médico que necesita y estuvo a punto de morir como consecuencia de un diagnóstico errado que resultó en una peritonitis.
Hace una semana, su esposa, quien llevó estas preguntas hasta su celda y las devolvió con las respuestas del comisario, presentó un libro: El prisionero rojo, la historia de Simonovis, que él mismo escribió en servilletas durante su prisión en el Sebín.
Simonovis no se rinde y se mantiene en pie de lucha. No pierde la esperanza de reecontrarse con su familia en libertad. «Preso que no sueña con la libertad no está preso».
-¿Espera que el presidente Nicolás Maduro le dé una medida humanitaria?
-Lo que sucede es que en Venezuela no hay separación de poderes, todo se maneja desde el Poder Ejecutivo y la gente asume que la medida me la tiene que otorgar Nicolás Maduro. En una sociedad democrática eso dependería solo del Poder Judicial, pero como estamos ante un Poder Judicial genuflexo a la orden del Presidente de turno, dependemos de lo que diga el que ocupe la silla de Miraflores. En todo caso, y bajo el criterio de guardar las apariencias, lo que se solicitó a Maduro es que interviniera y exhortara al Poder Judicial para que me otorgaran la medida humanitaria. Eso lo hizo mi hija, Ivana Simonovis, en febrero de este año; me la negaron y me mandaron a Ramo Verde, donde sigo padeciendo las mismas 19 patologías detectadas en octubre del 2011.
-¿Cree que las declaraciones de José Vicente Rangel funcionen para que se le otorgue una medida humanitaria?
-Pienso que deberían oír a una persona que, además de formar parte de sus filas, sabe de política. Por alguna razón ha sobrevivido a los avatares de la cuarta y quinta república. Sería bueno que lo escucharan.
-¿Por qué seguir luchando tras nueve años de cárcel para que se haga justicia con su caso? ¿Por qué no se rinde?
-En nueve años de tortura y prisión no he perdido la entereza ni la esperanza, los medios han sido testigo de eso, y es porque sé que además de mi familia, detrás de mí hay miles de ciudadanos demostrando con templada voluntad su naturaleza luchadora, gente con inflexible espíritu de libertad y ánimo indestructible para defender los derechos que nos corresponden.
-¿Sueña con la libertad? ¿Cómo visualiza ese día?
-Preso que no sueña con la libertad no está preso. Lo visualizo de muchas maneras, pero en particular entrando a mi casa y abrazando mi familia.
-¿Cuándo siente que ya no puede más?
-En prisión hay días malos o días peores, nunca buenos, es como un sube y baja. Habrá días que no quieres ni salir de la cama y otros que lo haces porque sí. Al final hay mucha gente que depende de mi entereza y voluntad; si me quiebro, ellos también. El Gobierno tiene un objetivo: destruirme, y el mío es sobrevivir.
-¿A qué sabe la justicia en Venezuela?
-No hay justicia. Platón dijo: «Las democracias son repúblicas de jueces». En Venezuela no hay justicia, no hay democracia.
-¿Por qué el ensañamiento contra Iván Simonovis?
-Eso hay que preguntárselo a Luisa Ortega Díaz, quien ha hecho lo imposible por que no obtenga ni la medida humanitaria ni la medida que dé la libertad condicional que me corresponde desde abril del 2012.
-¿Lo peor de sus años de cárcel?
-La separación familiar, de mi esposa y de mis hijos, verlos crecer y no estar con ellos. Ivana tenía solo siete años cuando fui detenido, comenzaba primaria; ahora está por terminar la secundaria. Iván tenía 11 y comenzaba secundaria y ahora está en la universidad, y Jéssica comenzaba la universidad y ya tiene cinco años de graduada.
-¿Quién es su verdugo, si ya Chávez no está?
-En mi caso lo que hay es una venganza con refinamiento sádico, del que aplican los espíritus pervertidos para deleitarse con el sufrimiento ajeno. Yo terminé bajo la tutela de refinados verdugos que por nueve años me han torturado psicológicamente a mí y a mi familia.
-¿Cuál ha sido la peor violación de sus derechos?
-Lee mi libro El prisionero rojo, allí aparecen no todas, pero sí las más emblemáticas violaciones judiciales jamás vistas en este país. De hecho, espero que la parte del libro que corresponde a todo el proceso judicial sea presentado en foros y facultades de derecho para que los futuros abogados, fiscales y jueces vean cómo no debe ser usada la balanza de la justicia para favorecer la injusticia.
-¿Usted cree que alguna vez se sabrá la verdadera historia de lo que pasó el 11 de abril?
-El 11-A millones de personas fueron a solicitar al Presidente su renuncia, como puede suceder en cualquier democracia, pero terminaron emboscados por más de 70 pistoleros simpatizantes del oficialismo, esa es la realidad. Esas personas fueron fotografiadas e identificadas durante el juicio que se nos hizo a nosotros, pero les otorgaron un indulto en el año 2007 y jamás fueron procesadas. Eso ya está en un expediente.
-¿A qué le teme?
-A que la frágil memoria del venezolano olvide lo que ha pasado en el país y no aprendamos de nuestros errores.
Vía La Verdad