Por Billy A Gasca Z
Para propios y extraños la barriada de Santa Lucía se traduce dentro del imaginario colectivo como la herencia viva del patrimonio intangible de esta ciudad, Capital del estado petrolero de Venezuela y cuna del mayor bagaje intercultural que representa la venezolanidad, contrario al sentimiento autonómico que con interés o desinteresadamente algunos le adjudican a la zulianidad.
Hace poco más de 5 décadas el epicentro de reuniones y festividades en la populosa barriada era una pequeña plaza ovalada denominada la “Plaza de Santa Lucía”. En ese lugar nuestros cultores y gaiteros dieron riendas sueltas a su talento para recrear en versos e imágenes pictóricas los juegos tradicionales de aquel entonces: el trompo, la metra, el emboque y las costumbres que desde niños nuestros antepasados nos enseñaron, como los de tocar la puerta en cada casa en tiempos de navidad para recibir caramelos o correr detrás del lechero y el botellero.
La plaza de Santa Lucia fue un lugar de ensueño. En cada esquina se podían distinguir y más aún escuchar las composiciones de aquellos bardos parranderos entre los cuales se recuerdan a Lenin Pulgar, Astolfo Romero, Neguito Borjas, Nelson Romero entre otros muchos más, quienes sin mayor afán ofrecían al público visitante lo más hermoso de nuestro Maracaibo infinito como carta de presentación de un pueblo que lucha, canta y ora.
En la actualidad la plazoleta de Santa Lucia no está. En su lugar se construyó de forma pomposa pero lúgubre y vacía un Bulevar de los que se acostumbran a advertir en México o en el Chile contemporáneo. Ningún elemento de la infraestructura del espacio representa un ápice de nuestra tradición de cultura, sus conformaciones no ofrecen armonía visual para quien lo contemple, es un monumento a la insolencia del Maracaibo de ayer que tanto añoramos y del cual queda muy poco.
Sin embargo, respetando la originalidad arquitectónica del artífice del Bulevar de Santa Lucía se sienten nuevos aires de armonía, el rescate de cada centímetro de su superficie articulado con una serie de medidas coercitivas para devolverle la magnificencia al sitio de remembranzas de nuestra cuidad promete restituir un espacio que no es de nadie y al mismo tiempo es de todos. Será tarea nuestra permitir de nuevo que la procesión de Santa Lucía patrona del empedrao salga de nuevo a visitar la barriada y se disponga a vislumbrar a su pueblo desde el lugar donde muchas veces la oración, el agua bendita y no el alcohol fueron los protagonistas de la alegría y el sano departir.