En un mundo cada vez más acelerado y tecnificado, la importancia de la empatía en la relación médico-paciente ha cobrado una relevancia innegable. Numerosos estudios científicos han demostrado que los médicos que muestran una mayor empatía hacia sus pacientes obtienen mejores resultados clínicos y contribuyen a una mejor experiencia del paciente.
Varias investigaciones demuestran que los médicos más empáticos obtienen mejores resultados en enfermedades como el cáncer o la diabetes. Las actitudes compasivas disminuyen además el «burnout» entre los profesionales de la salud.
La empatía conlleva además un posible beneficio para el propio médico: disminuye (o al menos neutraliza) su sensación de burnout, de estar quemado por las vicisitudes de su trabajo. Una revisión de estudios internacional aparecida en 2017 apuntaba en esta dirección, aunque sus autores matizaron que la causalidad plantea interrogantes: ¿Se queman menos los médicos empáticos o los médicos menos quemados son más empáticos? No se antoja, al parecer, sencillo saber si el huevo precede a la gallina. O cuándo un círculo virtuoso torna en vicioso.
Jeremy Howick, quien dirige un centro para promover esta cualidad en el ámbito sanitario auspiciado por la Universidad de Leicester (Reino Unido) opina recurriendo a una famosa cita de Nietzsche, que enmarca en la esencia del juramento hipocrático como voluntad de aliviar el sufrimiento: “Cuando tienes un porqué para vivir, puedes soportar casi cualquier cómo”.
Organismos como el IBB o el Centro de Investigación Biomédica de La Rioja están diseñando en nuestro país programas formativos para enseñar a los doctores (presentes y futuros) cómo ser más empáticos. Las facultades de medicina se han convertido en objetivo prioritario, sobre todo ahora que sabemos que los estudiantes van perdiendo la capacidad de ponerse en la piel del otro a medida que avanzan en sus estudios.
Pioneros en la observación pormenorizada de la empatía médica como Mohammadreza Hojat —quien creó la escala para medirla más utilizada en el mundo— descubrieron hace tiempo un fenómeno multicasual.
Howick y otros autores publicaron en 2017 un repaso a la literatura sobre este asunto. Concluyeron que el principal factor de esta caída en actitudes empáticas se resume en un “currículum oculto” con rasgos comunes en distintos países: sobrecargado y exageradamente complejo.
La consecuencia son médicos novatos que, con frecuencia, ya han integrado un trato impersonal con el paciente. Entre montañas de conocimiento teórico, bajo presión asfixiante, se fue erosionando su vocación de partida, la de curar personas.
El País