Sacándole provecho a la adversidad conviven desde hace nueve meses la familia Colina- Durán. Ellos comenzaron creando -para su uso- productos de aseo personal pero, en el camino observaron el potencial y emprendieron, desde hace medio año, una propuesta que hoy distribuyen en forma de jabones artesanales, tarritos de desodorantes, bálsamos, sales exfoliantes y polvos dentales.
Patricia Durán y Carlos Colina, casados desde hace once años, y con cuatro hijos, fabrican desde su hogar en Cabimas, un municipio de la Costa Oriental del Lago del estado Zulia, tradicionalmente asociado con la industria petrolera, estos artículos.
El orgullo aflora en sus palabras, primero, por concretar una idea y, segundo, sus productos, bajo el nombre de Natura Biocosmética ya se distribuyen no solo en su terruño sino en el municipio San Francisco y Miranda y en Caracas.
“Nosotros elaboramos para uso personal, pero era solo para eso, en vista de la crisis y viendo esto como una oportunidad, por la poca presencia de productos industriales a los que nos acostumbraron y estamos habituados a consumir, decidimos realizar este emprendimiento para prestar, primero que nada, un servicio, de acuerdo a nuestras capacidades que han ido creciendo”, contó Carlos al revivir el por qué aventurarse en medio de un clima económico enrarecido.
Su emprendimiento compagina completamente con una visión de vida: generar productos más sanos y amigables con el ambiente.
“Natura surgió por la necesidad de buscar alternativas más sanas y más naturales para el uso personal y para el ecosistema. No evitamos una contaminación total, pero sí disminuye nuestra huella ecológica y nuestra responsabilidad”, expresan a sabiendas que estudios científicos han alertado, sobre ciertos ingredientes en los productos industriales, que afectan la salud de quien los emplea.
Su primer reto les abrió un camino, que cada instante se amplía notablemente. Esa vez mezclaron aceite de coco, de soya y manteca de cacao e imprimieron amor en cada paso hasta fabricar entre 30 y 35 jabones.
Desde esa primera producción comenzaron a incluir otras hierbas como el eucalipto, la yerbabuena y así, entre mezclas, hoy orgullosamente pueden decir que tienen 30 presentaciones con diversas propiedades y fragancias que van desde la canela, menta con lavanda, takamahaca, naranja-mandarina, cacao, entre otras.
Para ellos su labor solo puede describirse como “un arte al químico”. Sienten que cada jabón fabricado es único y, además, se dan espacio para emplear ingredientes locales cien por ciento naturales.
Sus productos reúnen el esfuerzo familiar y sus hijos también se involucran. Patricia y Carlos hablan con agrado sobre la forma en que sus descendientes participan en buscar las tiritas para decorar, ayudan a empacar y respetan el proceso artesanal que siguen, en especial, con los jabones, que deben pasar por una cura de 30 días porque tienen un sobreengrasado para que el alcalino no predomine tanto en este producto.
El desodorante confiesan ha sido el “boom” en Cabimas, sobretodo cuando la versión industrial está desaparecida del mercado zuliano.
En un tarrito y, con un etiquetado visualmente agradable, ofrecen su idea que también nació para uso personal pero fue, poco a poco, encaminándose hasta convertirse un producto muy solicitado. Lo mejor para ellos, también mantiene su línea pro ecológica y saludable.
“El desodorante natural va a permitir que nuestra piel pueda desarrollar sus actividades y no ser bloqueados con antitranspirantes. El nos va a neutralizar los olores y vamos a liberar las toxinas con normalidad. Con la utilización de este producto se evita los dañinos componentes como el clorhidrato de aluminio y el óxido de zinc, que se utilizan en el desodorante comercial antitranspirante, que a la larga puede producir enfermedades como el cáncer de mama y el Alzheimer”, explica Durán.
Diariamente en su tienda en el casco central de Cabimas, comercializan 50 desodorantes, sin contar que hay planes de expandir la producción y llevarla a 2000 tarritos de esta presentación que mezcla aceite de coco, almendra, ajonjolí, fécula de maíz, bicarbonato de sodio y vitamina. El resulta da una fragancia inicial que luego pasar a ser neutra.
Con cualquiera de los productos, la familia sigue un proceso artesanal minucioso, medido y cuidado. Cada etapa, con sus ingredientes, sigue un procedimiento.
Emplean fórmulas para cada presentación y, miden el ph utilizando un método específico, ayudándose de un cartón con las escalas. Todo el paso a paso les permite asegurar la calidad de lo que hacen.
Patricia y Carlos esperan que el emprendimiento, costeado con sus recursos, sea inspiración para otras personas.
“Nosotros somos lo que sabemos hacer y somos lo que nadie nos puede quitar. Nosotros somos lo que producimos, no lo que consumimos. Más allá de todo lo que estamos viviendo, es una crisis de identidad, porque no sabemos hacer nada, solo consumimos. Es hora despertar”, alentó Colina.
Vía Panorama/www.diariorepublica.com