“Energía que rociás sobre tu piel”: la más fabulosa promesa comercial para el trabajador estresado o el estudiante abúlico toma la forma de… café en spray. El desesperado y el adicto no saben de abstinencias: sólo conocen la urgencia. Sin una cafetera express al alcance del enchufe en las horas críticas durante la época de finales, la cafeína se convierte en la materia quimérica que exige el necesitado. Se dijo aquí que es la sustancia farmacológica más consumida en el mundo, el psicoactivo blanco y de sabor amargo que mantiene despiertos los sentidos, el estimulante natural que quita el sueño desde los tiempos de la remota Abisinia. Pronto vendrá sintetizada en un tubito para ser aplicada como un perfume, pero sin aroma a café: aun en la desesperación, ¿quién querría oler como un cortado?
La ideota se llama “Sprayable Energy” y fue creada en los Estados Unidos por un tal Ben Yu, alumno de la Universidad de Harvard que propone una “revolución de la cafeína”: en un tubito portátil de aerosol, sin olores ni sabores, sin calorías ni ingredientes artificiales, un rocío de energía sobre el cuello o detrás de las orejas que, en sólo cuatro pulverizaciones (chzz-chzz-chzz-chzz), provee la misma inyección energética que un café cargado. Su inventor estudiaba la estructura molecular de la cafeína (entre los bebedores más fanáticos, una fórmula que sabemos de memoria: C8H10N4O2) y comprobó que se puede absorber a través de la piel, como la nicotina. ¿Eureka?
Con el objetivo comercial de “ser más productivos en la oficina”, la cafeína en aerosol promete eficiencia y efectividad empaquetada en tubos que admiten hasta 160 dosis por módicos 15 dólares. El “Sprayable Energy” saldrá a la venta el mes que viene para decorar los arbolitos de Navidad de los oficinistas que deban cerrar los balances antes del 31 de diciembre.
Pero aun en el apuro, el bebedor convencido jamás deseará reemplazar una taza de café por un spray conveniente para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero. Un espresso exige de unos cuantos segundos para reconfortarse con el sabor concentrado y el aroma denso: si la pausa son cinco minutos, que el mundo se detenga. Yo me quiero bajar un rato para tomar un café.
Vía EntreMujeres