Dee tenía todo listo para casarse. Los invitados estaban en su sitio, las damas de honor vestidas, sólo faltaba que llegara su futuro esposo, Danny. Hace tres meses lo conoció, era encantador, apuesto y genuino. Por esa razón, no lo pensó dos veces al decir que sí a su propuesta de matrimonio.
La lista de invitados era de 200 personas, todo estaba decorado en color blanco. Los padres de Dee, Joe y Therese, querían darle la fiesta de sus sueños, fue así que decidieron gastar 30.000 dólares en la ceremonia de su hija.
El único problema que el novio de ensueño había generado, era que le era difícil poder pagar el alquiler. A pesar de que Danny estaba quebrado, el amor la convenció para darle el sí.
La noche anterior a la gran celebración, Danny le envió un mensaje diciendo que la amaba y que se verían pronto.
Todos estaba listos, inclusive, llegó Dee al altar antes que Danny. Ella se extrañó aún más cuando se percató de que no había gente al lado de los invitados de Danny.
Dee se negaba a creer lo peor, entonces le dio las llaves de la habitación a la dama de honor para que fuera a buscar a su prometido.
Ella regresó con malas noticias: no estaba en el cuarto y se había llevado la televisión junto unos muebles.
El mundo de Dee se desmoronó y todo se convirtió en una pesadilla. Danny la había dejado plantada en el altar.
Sus padres, que había gastado mucho dinero para complacer los caprichos de Dee, estaban más preocupados de la humillación que había sufrido.
Joe le avisó a todo el mundo lo que había sucedido. Dee sollozaba y toda la gente comenzó a rodearla para darle energías.
Dee tuvo su luna de miel, pero viajó sola. Cuando volvió, junto con su padre, fue al restaurante donde trabajaba Danny. Para su sorpresa, allí estaba como si nada hubiera pasado.
Dee entonces tomó la decisión de demandarlo por el daño que le había hecho, por todo lo que se había llevado y su padre, por otro lado, le exigió pagar los gastos del matrimonio.
Vía Infobae/www.diariorepublica.com