
Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, a través del Comando Sur (US Southern Command, USSOUTHCOM), confirmaron la destrucción de una embarcación en aguas internacionales del Pacífico Oriental, en un operativo enmarcado en la lucha contra el narcotráfico. El incidente resultó en la muerte de la única persona que se encontraba a bordo de la lancha.
La embarcación, descrita oficialmente como una «lancha de bajo perfil» (Low Profile Vessel o LPV), fue interceptada y posteriormente inutilizada o hundida en la ruta marítima, conocida por ser un corredor clave utilizado por organizaciones criminales para el transporte de grandes cargamentos de cocaína hacia Norteamérica. USSOUTHCOM emitió un breve comunicado confirmando la acción y la fatalidad ocurrida durante la intervención.
«El USSOUTHCOM continuará realizando operaciones de interdicción para desarticular el flujo de narcóticos ilícitos que amenazan la seguridad regional. Lamentamos la pérdida de vidas en cualquier operación, pero estas acciones son necesarias para combatir a las redes de tráfico», señalaron fuentes vinculadas al comando, manteniendo la identidad de la víctima bajo reserva.
Este suceso se suma a una creciente lista de incidentes similares. En lo que va del año, los operativos estadounidenses en el Pacífico y el Caribe han resultado en la destrucción de más de 30 lanchas identificadas como vehículos de contrabando. La recurrencia de estas acciones ha generado una fuerte controversia en torno a los protocolos de confrontación en alta mar.
Cifras extraoficiales y reportes de prensa indican que el número total de fallecidos en estos incidentes supera ya el centenar en los últimos años, un balance que ha sido fuertemente cuestionado por organizaciones de derechos humanos y analistas internacionales. La opacidad de los reportes oficiales es un punto de constante crítica:
Identidades: Las identidades de las personas fallecidas rara vez se revelan o se entregan a las autoridades de sus países de origen.
Evidencia: En muchos casos, los informes no especifican la cantidad ni el tipo de narcóticos que supuestamente transportaban las lanchas destruidas, lo que dificulta la verificación independiente de la magnitud del contrabando.
La naturaleza de las LPV, que son esencialmente submarinos o semisumergibles rudimentarios, dificulta su captura intacta y el aseguramiento de la tripulación sin recurrir a la fuerza letal. Estas embarcaciones están diseñadas para ser prácticamente invisibles al radar y solo la punta de su cabina sobresale del agua, lo que las convierte en un desafío de interdicción de alto riesgo.Mientras Washington defiende la efectividad de estos operativos como un pilar fundamental en la Estrategia Antidrogas, los críticos argumentan que la elevada cifra de muertes y la falta de transparencia en los reportes generan serias dudas sobre la proporcionalidad de la fuerza utilizada. La presión internacional continúa para que Estados Unidos adopte protocolos de interdicción que prioricen la captura de los traficantes sobre la destrucción inmediata de la evidencia y los buques. La región espera una respuesta más detallada por parte de USSOUTHCOM sobre las circunstancias exactas que rodearon este último incidente fatal.
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