La ejecución de Jang Song Taek, tío del actual líder norcoreano Kim Jong Un, envía un mensaje a las filas políticas y militares que timonean el régimen comunista, lo que puede ser un presagio de gran agitación interna mientras el máximo gobernante acentúa su poder para mostrarse fuerte.
Esta es la purga más poderosa dentro del país en los últimos años. Arrastra, como en la década de 1970, a un familiar directo de los Kim que antes de su condena final fue sometido al escarnio público, surgiendo como un «chivo expiatorio».
Acusado de «traición imperdonable», con los epítetos más bastos para describir sus delitos, «escoria humana deplorable», -clásico lenguaje de la política norcoreana-, la pena de muerte a Jang ha desatado los temores en Corea del Sur y otros vecinos del régimen que temen un aumento de las tensiones en el paralelo 38.
«Traición, conspiración, corrupción, ludopatía, trata de blancas, sexo, drogadicción», los cocteles necesarios para que en cualquier país caigan sus políticos, en la hermética Corea del Norte sus poderosos siempre han estado ligados a estos placeres mundanos, que a la hora de salir del tablero de juego sus vidas quedan al desnudo.
Otrora Vicepresidente de la poderosa Comisión Nacional de Defensa del Partido de los Trabajadores, Jang, de 67 años, tenía un papel clave en las relaciones entre China y Corea del Norte, al ser el artífice de los negocios entre los dos países, además de promover la influencia de una norcorea nuclear.
KCNA, la agencia de prensa de Pyonyang, publicó este viernes la supuesta confesión del acusado antes de su condena a muerte, en la que reconocía haber tramado «un golpe de Estado con el máximo dirigente como blanco» con apoyo militar.
La noticia se da a conocer luego de que la inteligencia de Corea del Sur revelara la salida del dirigente, que dos de sus colaboradores más cercanos fueron ejecutados semanas atrás, además de la deserción de otro personaje vinculado a Jang que habría huido hacia China, y está bajo protección de Seúl.
Los mensajes de fondo
La caída de esta figura de poder se produce a casi dos años de la muerte de Kim Jong Il, padre del actual líder, una fecha simbólica para el régimen, tomando en cuenta que Jang fue también el mentor de Kim Jong Un durante el delicado período de transición en 2011.
Con un poder casi omnímodo tras la muerte de su cuñado Kim Jong Il, Jang estuvo durante un tiempo apartado de la vida pública y en 2004 enviado a un campo de reeducación.
«Por un lado Kim puede estar firmemente en el timón con condiciones para dirigir el país en una dirección estable. O esto podría ser el presagio de una gran agitación», advertían los analistas Elías Groll e Isaac Stone, en un artículo de la revista Foreign Policy.
El peso de las purgas
Entre los siete altos responsables que se encontraban junto al joven líder durante los funerales de su padre en diciembre 2011, cinco han sido apartados del poder y el resto tienen poca influencia.
El grupo, conocido como «la banda de los siete» por los medios surcoreanos, representaban entonces la élite que dirigía el país, resaltaba el especialista y reportero de temas coreanos Chang Won Lim.
La reciente purga pudiera extenderse a otras personas. «Cuando eliminan a Jang, no se están deshaciendo de una sola persona: están sacando a numerosas, centenares de otras personas en el sistema. Va a tener un efecto dominó», explicaba Víctor Cha, exasesor de la Casa Blanca para Asia, según AP.
En los regímenes totalitarios las purgas son la regla del poder. La China de Mao Zedong o la Cuba de Raúl Castro vivieron procesos similares con la idea de mantener el status quo, y lo lograron.
Kim le ha dicho a sus adversarios que es capaz de todo antes de permitir que un rival acabe con su dinastía.
Agencias