Luiz Inácio Lula da Silva participará este sábado en una misa por su difunta esposa, en el sindicato de las afueras de Sao Paulo donde el expresidente brasileño nació como político y donde permanece atrincherado desde hace dos días mientras negocia su entrega a la policía.
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Lula, de 72 años, favorito a las elecciones de octubre, tiene orden de prisión desde el jueves, decretada por el juez Sergio Moro, para empezar a cumplir una pena de 12 años y un mes de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero.
«Hay conversaciones en la policía con los abogados del expresidente», dijo a la AFP el diputado Carlos Zarattini, del Partido de los Trabajadores (PT), que se halla junto a Lula.
Moro le había ofrecido la posibilidad de presentarse «voluntariamente» en Curitiba antes del viernes a las 17H00, pero el exsindicalista ignoró ese plazo y prefirió permanecer en su búnker sindical, rodeado por miles de personas que le expresan apoyo día y noche.
Así y todo, «no es un prófugo», explica el juzgado de Moro, dado que el plazo no era un ultimátum y que no buscó sustraerse a ninguna operación para detenerlo.
Sus abogados multiplican hasta último momento las tentativas de evitarle la cárcel, o al menos de que esta sea de corta duración. El viernes, presentaron un nuevo recurso, esta vez ante la corte suprema, alegando que el tribunal de apelación que confirmó y agravó la pena en enero no había examinado las últimas objeciones presentadas al fallo. Horas antes, un tribunal de tercera instancia rechazó una petición similar.
Los defensores de Lula critican la celeridad con que Moro emitió la orden de captura, menos de 20 minutos después de haber recibido luz verde del tribunal de apelación.
«(Lula) fue condenado por lavado de dinero y corrupción. Es preciso ejecutar la sentencia. No veo ninguna razón específica para aplazarla», dijo Moro en una entrevista concedida el viernes a la China Global Television Network (CGTN).
Agencias