
La República de Panamá ha elevado su voz en el escenario internacional, ofreciendo sus buenos oficios y su capital diplomático para actuar como mediador neutral en la tensa y volátil relación bilateral entre los Estados Unidos de América y la República Bolivariana de Venezuela. Este ofrecimiento llega en un momento de máxima fricción, marcado por el incremento de la presencia militar estadounidense en aguas del Caribe, y las recientes y explícitas amenazas proferidas por el presidente Donald Trump contra el gobierno de Caracas.
La propuesta de mediación fue articulada y presentada por el vicecanciller panameño, Carlos Hoyos, durante una entrevista concedida al margen de su participación en el prestigioso Foro de Doha, una cumbre global que concluyó este domingo en la capital de Catar. Hoyos enfatizó la vocación histórica y geográfica de su nación como un puente de diálogo y entendimiento regional.
«Panamá siempre ha sido un país mediador por excelencia, y es en momentos de alta tensión como este que nuestra neutralidad y posición estratégica deben ponerse al servicio de la paz y la estabilidad continental», afirmó Hoyos, destacando que la mediación no solo busca aliviar las tensiones políticas, sino también proteger los intereses de millones de ciudadanos que se ven afectados por la escalada retórica y las sanciones.
El canal y la vocación de puente
La postura de Panamá está intrínsecamente ligada a su papel como guardián del Canal interoceánico, una vía vital para el comercio mundial. Esta responsabilidad ha moldeado su política exterior hacia una estricta neutralidad y la promoción de la diplomacia como herramienta principal para la resolución de conflictos. Para Hoyos, la mediación entre Washington y Caracas se alinea perfectamente con este principio rector.
La preocupación en la capital panameña es palpable. La crisis venezolana ha generado la mayor ola migratoria de la historia reciente de América Latina, con un impacto directo en toda la región, incluyendo a Panamá. De hecho, el país centroamericano anunció el pasado septiembre la restauración de las relaciones consulares con Venezuela, si bien de forma limitada y enfocada exclusivamente en atender temas migratorios y humanitarios. Esta acción subraya la necesidad práctica de mantener canales de comunicación abiertos, incluso en ausencia de una normalización política total.
Contexto de la fricción
La escalada de tensión entre Estados Unidos y Venezuela se intensificó notablemente tras la reelección del presidente Nicolás Maduro, considerada ilegítima por una gran parte de la comunidad internacional, incluyendo a Washington. Las sanciones económicas impuestas por la administración Trump han estrangulado la economía venezolana, provocando una crisis humanitaria sin precedentes. A esto se suma la reciente intensificación de la vigilancia y las operaciones militares en el Caribe, las cuales, si bien son presentadas por Estados Unidos como una acción antinarcóticos, han sido interpretadas por el gobierno venezolano como una clara amenaza directa a su soberanía.
«La diplomacia debe ser la primera opción, no la última. La mediación de un país como Panamá, que tiene líneas de comunicación y respeto con ambas partes, podría desescalar la situación antes de que se produzca una acción unilateral que nadie desea», puntualizó el vicecanciller Hoyos.
La oferta de Panamá, por el momento, es una declaración de disponibilidad. Resta saber si tanto la administración de Donald Trump como la de Nicolás Maduro estarán dispuestas a aceptar a un tercero para sentarse a la mesa. La comunidad internacional y los países de la región observan de cerca, esperando que la histórica capacidad de Panamá para ser un punto de encuentro pueda, una vez más, evitar un conflicto mayor en el hemisferio. Panamá se posiciona así no solo como un corredor geográfico, sino como un corredor para la paz.
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