Por Mario Villegas
Si por curiosidad va usted a una manifestación en apoyo a Henrique Capriles Radonski se percatará de la enorme cantidad de hombres y mujeres de los sectores populares que desbordan de entusiasmo en respaldo al candidato de la oposición.
Las marchas de Capriles, y es esto lo que más preocupa al gobierno, no son un grupete de ricachones y sifrinos que van de safari en busca de votos a las barriadas y caseríos pobres sino un auténtico arcoíris social en el que destacan por su cuantía modestos trabajadores, campesinos, amas de casa, estudiantes, pequeños y medianos productores, profesionales, trabajadores informales, pequeños propietarios y sobre todo muchos jóvenes condenados al desempleo y la pobreza.
De esto hablábamos mi hermano Vladimir y yo durante el recorrido del abanderado de la Unidad por la parroquia Santa Rosalía, en Caracas, al constatar la masiva incorporación de humildes habitantes de nuestros barrios. Ciertamente, la composición social de las fuerzas del cambio democrático dista mucho de la imagen oligárquica que el gobierno ha pretendido construirles.
Si Capriles resulta victorioso -y de eso estoy convencido-, el nuevo Presidente y su administración estarán obligados a cumplir sus promesas y a no defraudar las esperanzas populares.
Ese gobierno tiene que ser instrumento para la reafirmación y defensa de la soberanía nacional, el cabal aprovechamiento de nuestras riquezas naturales, el pulcro manejo de los recursos públicos, el estímulo a la inversión y la producción privada y, especialmente, para la definitiva redención de las clases populares mediante políticas que le garanticen empleo estable y bien remunerado, seguridad social integral, educación de calidad y auténticas condiciones para el progreso y el bienestar de las familias.
Dice el oficialismo que en la oposición hay un plan para desnacionalizar la industria petrolera, desmontar las misiones sociales y robarse los dineros públicos. Nada más falso. Que se bajen de esa nube, sean chavistas o no chavistas, quienes piensan que el 7 de octubre será para cambiar a los ineptos, a los mercaderes y a los corruptos de Hugo Chávez por los ineptos, mercaderes y corruptos que quieran agazaparse detrás de Capriles. Que se bajen de esa nube quienes piensan que la derrota de Chávez tiene como propósito entregarle el país a los grupos económicos nacionales o extranjeros, privatizar Petróleos de Venezuela y liquidar los programas o beneficios sociales que hayan podido favorecer a sectores sociales vulnerables.
Bájense de esa nube porque semejante barbaridad no sólo no está en la brújula de sectores patrióticos y progresistas que también hacen vida en la Unidad Democrática y no están dispuestos a propiciar o hacerse cómplices de tal desatino, sino que tampoco sería soportado pasivamente por ese pueblo que ha salido a las calles a acompañar a Capriles y está listo a derrotar a Chávez pero no está dispuesto a tolerar un nuevo engaño y una nueva frustración.