
Por Gustavo Ocando Alex
Sandy es cuestión del pasado. Su furia ya no es tal. La devastación abrió paso a la calma y surcó una trinchera a la campaña. El aparato proselitista es un monstruo que apenas se durmió en las últimas horas por cortesía con los afectados. Vuelve por sus fueros, con una abundante sobredosis de anuncios de televisión y radio.Aquí en Estados Unidos las estrategias de campaña no son ni remotamente similares a las de Venezuela. Sobran las propagandas agresivas, de ataques directos. En anuncios pro-Obama, por ejemplo, se nombra explícitamente a su contendor para fustigarlo, para morderlo en el cuello. Romney igual menciona al Presidente en sus publicidades audiovisuales para golpearlo por su supuesto desliz en la economía.¡Y hasta aparecen imágenes de cada oponente! Es como si Chávez hubiese divulgado una propaganda de Capriles en la que un narrador dijera: «este es un burgués, un majunche». Como dirían los estadounidenses: «what the hell? (¿pero qué rayos?)».Ver un noticiero, una serie o una película es imposible si no quieres enfrentar a un bombardeo de anuncios políticos en los cortes comerciales.Los ciudadanos se sienten abrumados por ello. Lo creen abusivos. Obscenos, apuntan expertos.Mientras, Obama y Romney aceleran sus pasos para ganar los llamados swing-states, como se denominan a los estados que históricamente han alternado sus opciones entre demócratas y republicanos. Será allí donde se ganará o perderá la batalla. Ohio, donde me encuentro, es uno de ellos. Dicen que el más importante. En él predominan la clase trabajadora y las empresas manufactureras. Este servidor y otros 24 colegas del mundo visitamos ayer la asociación de estas últimas en Ohio. Gente amable, pero estoica al hablar de temas electorales.Hombres y mujeres de carne y hueso que también se comen las uñas esperando el desenlace del 6 de noviembre, pues, aseguran, allí se juega el curso que tomará la aún golpeada economía del Norte. Hoy viajo a Chicago y ya nos confirmaron credenciales para estar en el comando de Obama la noche de la elección. Luego les contaré si fue una fiesta o un funeral.