Por Rodrigo Cabezas
En la historia de las ideas políticas se registra que fueron los Griegos los primeros en darle al dialogo una importancia desde la perspectiva del individuo y, aún más amplio, desde la multitud de la sociedad. En sentido riguroso se admite que el dialogo esta en el origen, en el principio de la democracia. Es éste una virtud ya que puede alcanzar en el pensamiento y la acción de la especie humana la categoría de concepción ética para la convivencia democrática.
Se admite entonces que la sociedad humana compleja y sus sujetos individuales deban y puedan recurrir al dialogo para que la controversia en democracia no se resuelva en la violencia y la venganza política, originada de acuerdo a la experiencia histórica, en el odio, la exclusión y la segregación. Recuerdo las palabras de la premio Nóbel de la Paz, Rigoberta Menchú, al reclamar, al termino de la guerra civil en Guatemala, la ausencia de dialogo que habría evitado la muerte, de mas de 200 mil de sus compatriotas, en masacres perpetradas por los militares de aquel pequeño país. Los acuerdos de paz llegaban muy tarde para aquellos humildes campesinos e indígenas que ofrendaron vida en un sin razón.
El dialogo en democracia debería permitir que la pluralidad política, que le es inherente como valor, se viabilice sobre la base de la razón, del argumento, del debate. Nadie que defienda un proyecto político sustentado en la superación de los problemas capitales de nuestra sociedad debería temer debatir de cara a las ciudadanas y ciudadanos sus ideas. El dialogo no puede ser un conciabulo de “políticos” para repartirse el poder, para lograr acuerdos de espaldas a la nación, para acordar beneficios a los mas poderosos en detrimento de los mas débiles. Dialogo es debate, argumentación, es en la raíz el reconocimiento de la existencia de unos y otros. El filosofo Norberto Bobbio lo resume así: “ La fe en la razón quiere decir confianza en la discusión, en los buenos argumentos, en la inteligencia que dirime las cuestiones oscuras, en contra de la pasión que las hace incluso más turbias y en contra de la violencia que elimina desde el inicio la posibilidad de dialogo”.
La oposición política en Venezuela tiene un doble desafío para que pueda asumir el dialogo como debate y controversia de proyectos de sociedad, como posibilidad de articulación respetuosa entre la mayoría bolivariana de nuestro pueblo que apoya al presidente Hugo Chávez y, la minoría, en rango significativo, que les respalda, como posibilidad de encuentro en aras del interés supremo de la nación: La seguridad e integridad territorial, el control de su riqueza petrolera, la derrota de la pobreza.
De una parte, debe rescatar el hacer diario de la política de las oligarquías mediáticas. La elaboración de la política opositora debe regresar a los partidos políticos como sujetos sociales de la democracia en controversia. ¿Dirimirán alguna vez el grave daño que les ocasiona ser simples subordinados de nostálgicos burgueses que titeretearon alguna vez presidentes ebrios y corruptos? Advertidos además que esta oligarquía no cejara en buscar salidas no constitucionales, en tanto que, activistas piti yanquis de la campaña internacional que pretende desprestigiar y aislar nuestro proceso de transformación socialista en democracia. El mentiroso discurso de la representación de la prensa venezolana en la reciente reunión de la patronal SIP en Brasil, es expresión que confirma la aseveración hecha.
De la otra, me pregunto ¿la oposición podrá superar el equivocado camino de darle sustento a su propuesta política sembrando de odio, resentimiento y exclusión social a su base social de apoyo.? El pueblo venezolano nunca dará mayoría a un proyecto político que lo primero que anuncia es la venganza contra el contrario o adversario que caracteriza como enemigo. El comportamiento disociado de sectores de clase media y alta frente al resultado presidencial del domingo 7 de octubre, fue patético, no menos preocupantes por el rencor y desprecio por una mayoría y, al mismo tiempo, frustración delirante.
Si la oposición avanza en superar las limitaciones referidas, la convivencia pacifica entre los venezolanos y venezolanas derivada de la tolerancia y el pluralismo será posible hacerla cultura societaria. La izquierda, el bolivarianismo, el chavismo sabrán valorar aquello. En varios episodios, golpe de abril de 2002, paro petrolero 2002-2003, reforma constitucional 2007, el líder y su pueblo no le han fallado a la democracia.