
Por Ángel Lombardi
La Democracia, como todas las cosas, es producto de la historia, de una larga evolución y de múltiples experiencias. Aunque no tuviera conciencia de ello, el ser humano ha ensayado diversas formas de gobierno y participación democrática para el auto-gobierno. La libertad individual, la igualdad social y la búsqueda de la oportunidad y la riqueza son tan antiguas como la misma humanidad. Está en la naturaleza humana la lucha por el bienestar y la cultura, la dignidad y la justicia, la libertad y la igualdad.
Las primeras manifestaciones institucionales concretas de Democracia, tal como la conocemos hoy, inclusive el nombre, se remontan a la Grecia clásica y concretamente a la ciudad de Atenas, su verdadera cuna. La idea democrática surge como expresión de ciudadanía. El individuo se sabe y se siente formando parte de una comunidad urbana, una comunidad política, económica y social que trasciende el grupo inmediato, tribal clánico o familiar. La vida y los bienes de los ciudadanos estaban garantizados por la ciudad y ésta y su gobierno eran responsabilidad de todos. Es necesario aclarar que para los griegos la categoría ciudadano estaba limitada a una minoría. Son necesarios muchos siglos de evolución histórica, concretamente a partir del constitucionalismo inglés y la revolución Francesa de 1789 y el nacimiento de los Estados Unidos de América, para que la condición de ciudadano sea ampliada a todos los habitantes de una nación, es decir, 23 siglos después.
A pesar de sus debilidades, contradicciones e inclusive degeneraciones, como la demagogia y la anarquía, la Democracia griega y en particular la ateniense fue un ensayo político exitoso; fue una manera concreta de gobernar y, en algunos casos, adelantándose a siglos de evolución histórica, creó un orden democrático e instituciones marcadamente populares. Este ensayo de democracia progresiva no fue asumido de manera clara y efectiva ni por Roma, ni por el Medioevo Cristiano. Ambas épocas se agotaron en un autoritarismo exacerbado, no obstante la idea democrática se mantuvo latente e inclusive se conocieron algunas instituciones y experiencias de tipo democrático.
A nivel teórico, ha existido una continuidad del pensamiento político democrático, siendo el primero y más importante el de Aristóteles, cuyas ideas al respecto conservan plena vigencia. En primer lugar, el filósofo afirma que la base del Estado Democrático es la libertad; en segundo lugar asienta el derecho y el deber de todo ciudadano de gobernar y ser gobernado; en tercer lugar reconoce explícitamente la libertad individual frente al Estado: se vive con independencia y autonomía y se es libre frente al Estado; y en cuarto lugar la Democracia no es posible si no existe igualdad de derechos para todos, es decir, se propugna de manera categórica una igualdad política y jurídica entre todos los ciudadanos.
Ángel Lombardi