Por Ángel Lombardi
La Democracia como sistema político-histórico se define muy temprano en la antigua Grecia y concretamente en Atenas, entre los siglos V y IV a.C., como una experiencia política definida que provoca y produce su propia teorización.
La Democracia surge como un sistema ideal posible, enmarcado y definido por dos valores fundamentales: la libertad y la igualdad. La Democracia real –entendida como la lucha por la libertad y la igualdad y como proyecto, posibilidad y utopía– vendría a ser el reino de la libertad y de la igualdad.
Los Demócratas de todos los tiempos han vivido esta dialéctica de realidad y utopía que ha signado su lucha por una sociedad mejor. La idea democrática y la idea de progreso están íntimamente relacionadas y ambas se asumen desde un optimismo histórico fundamental: la perfectibilidad de la humanidad; perfectibilidad materializada a su vez por el uso creciente de la libertad y la conquista progresiva de la igualdad.
En un texto del historiador Tucídides (siglo IV a.C.) éste pone en boca de Pericles las siguientes palabras: “Nuestro régimen político es la democracia, y se llama así porque busca la utilidad del mayor número y no la ventaja de algunos. Todos somos iguales ante la ley, y cuando la República otorga honores lo hace para recompensar virtudes y no para consagrar el privilegio. Todos somos llamados a exponer nuestras opiniones sobre los asuntos públicos. Nuestra ciudad se halla abierta a todos los hombres; ninguna Ley prohíbe la entrada en ella a los extranjeros, ni les priva de nuestras instituciones ni de nuestros espectáculos; nada hay en Atenas oculto, y se permite a todos que vean y aprendan en ella lo que bien les pareciere…
“Confiamos para vencer en nuestro valor y en nuestra inteligencia. Tenemos el culto de lo bello y cultivamos la filosofía, sin que eso debilite nuestro carácter. Si poseemos riquezas no es para guardarlas ociosas ni para envanecernos de su posesión, sino para emplearlas productivamente. Para nadie es vergonzoso entre nosotros confesar que es pobre; lo que sí es vergonzoso es no tratar de salir de la pobreza por medio del trabajo. Todos los ciudadanos, incluso los que se dedican a los trabajos manuales, toman parte en la vida pública; y si hay alguno que se desinteresa de ella se le considera como hombre inútil e indigno de toda consideración. Examinamos detenidamente los negocios públicos porque no creemos que el razonamiento perjudique a la acción; lo que sí creemos perjudicial para la patria es no instruirnos previamente por el estudio de lo que debemos ejecutar”.
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