Por Laureano Márquez
El salto de talanquera debe ser la segunda profesión más antigua del mundo.
A lo largo de la historia de la humanidad una de las primeras cosas que el hombre aprendió a hacer es mudar sus opiniones por conveniencia, por temor o simplemente por negocio.
De seguidas tres famosos ejemplos: Cuando Napoleón escapó de la isla de Elba en la que se le exilió después de haber sido depuesto, el periódico Le Moniteur Universel fue protagonista de uno de los saltos de talanquera progresivos más notables de la historia.
En la medida en que Bonaparte se acercaba a la capital francesa, durante el mes de marzo de 1815, los redactores fueron pasando lentamente de la abierta condena a la adulación servil.
Esta fue la secuencia de titulares durante el transcurso de esa campaña (militar): “El Monstruo se escapó de su destierro” “El Tigre se ha mostrado en el terreno. Las tropas avanzan para detener por todos lados su progreso” “El Tirano está ahora en Lyon.
Cunde el temor en las calles por su aparición” “El Usurpador está a 60 horas de marcha de la capital” “Bonaparte avanza con marcha forzada” “Napoleón llegará a los muros de París mañana”“El Emperador está en Fontainebleau” “Su Majestad El Emperador hizo su entrada pública y llegó a las Tullerías.
Nada puede exceder la alegría universal.¡Viva el Imperio!” El otro es el conocido rey francés Henri IV o “Henri le grand”, como lo llamaban los franceses, rey también de Navarra, saltaba la talanquera con mucha facilidad y frecuencia del protestantismo al catolicismo según las conveniencias políticas o las eventuales amenazas en contra de su vida.
A él se le atribuye la famosa frase de “París bien vale una misa”, con la que volvió a pasarse al catolicismo para poder acceder al trono francés, al que tenía derecho por su matrimonio con la hermana del Rey de ese país. Al final se le dio el negocio.
Por último, es célebre la anécdota de Churchill durante una sesión del Parlamento inglés. Mientras él se dirigía a la Cámara de los Comunes, alguien de su propio partido, en pleno discurso, decidió pasarse al otro bando político en señal de airada protesta. El representante se levantó de su curul y avanzó hacia la bancada de la oposición.
A Churchill, al ver la situacion, no se le escapó el poder simbólico que el acto podía tener y lo desarmó con humor comentando: “Caballeros: es la primera vez que veo a una rata nadar hacia el barco que se hunde”.
En lo que a Venezuela toca, el llamado “salto de talanquera” es casi patrimonio nacional. ¡Qué cosas tiene la vida!: el Parlamento, de mayoría oficialista, aprobó en 2010 una reforma a la “ley de partidos políticos, reuniones públicas y manifestaciones”, que fue conocida popularmente como “ley anti-talanquera”.
Las pretensiones de la reforma fueron claramente expuestas por el secretario de gobierno de Aragua de entonces: “Esta normativa pondrá en su lugar a aquellas personas que han hecho del cambio de partido, una forma común de ejercer la política en el país”.
Sin embargo….Petare bien vale una mesa.