
Me causa profunda preocupación la ingenuidad con que algunos usuarios de las redes sociales asumieron el caso de los 450 tuiteros investigados por el narcoparaco Iván Duque, subpresidente de Colombia…
Les recuerdo que las redes sociales pueden tener múltiples funciones, nos sirven para comunicarnos, para trabajar, jugar, conseguir pareja, echar chistes, estudiar, educarnos, entretenernos; pero allí publicamos fotos de todo tipo, imágenes de la mamá, el papá, la esposa, los hijos, hermanos, primos, amigos.
En las redes sociales plasmamos nuestras preferencias, nuestros gustos gastronómicos, sociales, culturales, políticos; tenemos nuestras vidas configuradas. Y está suficientemente comprobado, que a toda esa información tienen acceso los organismos de inteligencia, principalmente la CIA y el FBI…
De manera que me parece ingenuo, que ese caso de los tuiteros perfilados por el gobierno narcoparaco de Colombia, se vea como una simple violación de la libertad de expresión. Más, sabiendo que ese es un gobierno de narcotraficantes, de paramilitares, de criminales. ¿Ustedes creen que la matanza de campesinos en Colombia es casual, que un grupo de delincuentes sale a la calle y por casualidad se consigue con un líder social y lo mata? No señor, esas víctimas están en una lista con nombre, apellido, características fisonómicas, radio de acción, lugar de trabajo, parientes.
En la lista del homicida Iván Duque hay 450 influenciadores calificados, unos de neutros, algunos de positivos y otros de negativos. Tengan la plena seguridad de que el día que esos criminales nos consideren a los negativos una amenaza, nos declararán objetivo paramilitar.
Por supuesto, el consejero de las comunicaciones del Palacio de Nariño, Hassan Nassar, dijo que ese ejercicio se trata de un simple monitoreo y no de un perfilamiento. «El propósito es interactuar con los influenciadores», casi dice que esa lista es para una invitación a un café y a unos pastelitos.