
Por Hiram Aguilar
La humanidad viene agotando vertiginosamente los recursos del planeta, y con ello degrada cada vez más el ambiente. Vemos con asombro cómo esa explotación y consumo indiscriminado no sólo ha puesto en peligro la existencia de especies animales, como el gorila, el oso panda y el koala, sino que amenaza toda permanencia de vida en la Tierra.
Los datos de la organización Greenpeace señalan que la temperatura de la superficie terrestre ha aumentado unos 0,74 grados centígrados en el último siglo. Además, el nivel del mar subió entre 10 y 20 centímetros durante el siglo XX, y para el año 2100 se prevé que pueda sobrepasar los 50 centímetros.
El calentamiento global, principalmente por la emisión de gases por combustión a la atmósfera, es una realidad que el hombre ha reconocido como la consecuencia de su acción, al punto de que los desastres antes llamados “naturales”, como sismos, tsunamis, huracanes, entre otros, ahora se conocen como “eventos socionaturales”, en los que “la amenaza es un fenómeno natural, detonado por la dinámica de la naturaleza y potenciado por la intervención humana”, según Eduardo Chaparro y Matías Renard (Elementos conceptuales para la prevención y reducción de daños originados, 2005).
Las Sagradas Escrituras dicen acerca del fin: “Por eso, en un solo día le sobrevendrán sus plagas: pestilencia, aflicción y hambre. Será consumida por el fuego, porque poderoso es el Señor Dios que la juzga” (Apocalipsis 8:18), y aunque los científicos se han empeñado en calificar de místicas las palabras bíblicas, separando su alcance del ámbito físico, parece que tal advertencia está lejos de ser retórica, con la amenaza del calentamiento global.
¿Hasta cuándo países que se dicen desarrollados continuarán ofreciendo la guillotina al futuro de todos? ¿Por qué los Gobiernos han desestimado las llamadas “energías limpias”, y han preferido el petróleo? ¿Esperaremos ver llegar la hecatombe de brazos cruzados?
Toca recordar las palabras de Chico Mendes, aquel activista brasileño que murió peleando por el ambiente. Él decía a los indios seringueiros: “Esta tierra les pertenece. Cuando la transformen en dinero, perderán la posibilidad de sobrevivir. ¡La Tierra es la vida!”.