
Por Ernesto García Mac Gregor
Con la aparición del petróleo se le brindó a esta patria de Dios la potencialidad de pasar de ser un país pobre, atrasado y rural a ser una nación próspera y rica. Pero, desafortunadamente, ese reto no requirió ningún esfuerzo laborioso por parte del venezolano, puesto que el oro negro fue un regalo fortuito proveniente de un capricho de la naturaleza (como lo siguen siendo hoy en día las populistas misiones y otras ayudas sociales).
Por otra parte, la tecnología y conocimiento requeridos para explotar e industrializar esta riqueza estaban muy lejos de la capacidad del criollo, por eso se recurrió a técnica y personal extranjero para que realizaran el trabajo por nosotros. Y de este modo el venezolano se convirtió en mero espectador de un desarrollo que otros hacían por él.
Es así como en el momento de la nacionalización de nuestros recursos naturales se nos entregó el producto del esfuerzo y de la mística creadora de otros, sin que el venezolano haya experimentado la pasión que engendra el vencimiento de los obstáculos naturales mediante el trabajo y la destreza.
Posteriormente, a través de la meritocracia y el entrenamiento vigoroso se logró formar una gerencia tecnológicamente eficiente, pero que en 2002 el soplo de un pito infame, junto a la frase "pa’ fuera", destruyó en poco tiempo lo que se había alcanzado con tanto esfuerzo. Se dio comienzo a la matanza de la gallinita de los huevos de oro.
Otros logros obtenidos en los 40 años de democracia con la finalidad de diversificar la dependencia del petróleo, como las gigantescas empresas privadas, hidroeléctricas, ferromineras, petroquímicas, carboneras, agroindustriales, hoteleras, cementeras, de aviación fueron totalmente abandonadas al igual que las autopistas y carreteras.
En 14 años de Gobierno socialista, una inmensa fortuna se regaló a otros países con la finalidad de comprar conciencias y apoyo político. En el ámbito nacional y con fines electoreros se le colocó un bozal de arepas a cada poblador y se le compró el voto con promesas ya prometidas. Se ha perdido otra década más en nuestro accidentado subdesarrollo. Que oiga quien tiene oídos…