Por Billy A Gasca
Los días venideros resultan cruciales en el destino de la República. La solicitud permanente que han proferido los sectores políticos que adversan al gobierno nacional se ha enfilado en defender la tesis de la inconstitucionalidad de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, esgrimiendo como alegato cardinal la ausencia de la consulta popular refrendaria por anticipada.
Sin entrar en el análisis explicativo de la letra, espíritu, propósito y razón de la carta magna, lo cual resultaría tedioso y anti pedagógico en tan pocas líneas, debo señalar de forma respetuosa y responsable que del texto de la Constitución vigente tal requisito es inexistente, luego, exigirlo nos hace caer precisamente en la inconstitucionalidad repetidamente denunciada. Nos guste o no, esa es la verdad que con temor, el liderazgo de la oposición política no ha querido aceptar y allí está plasmado uno de los errores que ab initio ha incurrido quienes lideran una propuesta de cambio para el país.
Evidentemente, esto que he dicho a muchos no les gusta, y entiendo tal conducta, pero es mi deber como pedagogo de las ciencias jurídicas hablar con la verdad y con los argumentos que es como se ganan o se pierden los juicios.
La convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente se encuentra ajustada al texto que se desprende de los artículos 347 y 348 de la Constitución Nacional, de allí que la titularidad de la iniciativa está clara, y lógicamente, el resultado del trabajo que los miembros del cuerpo colegiado supra constitucional presente, deberá sin vacilación alguna, estar sometida a la voluntad soberana del pueblo, quien a través de un referéndum aprobatorio aceptará las propuestas que se pretendan incorporar al nuevo texto constitucional.
Ahora bien, que políticamente hubiese sido conveniente llamar a un referéndum consultivo es otra cosa, pero ello no se inscribe en el mandamiento que la carta política establece. De tal manera que corresponde a los partidos políticos en desacuerdo con la proposición, intentar mecanismos y estrategias que vayan dirigidas a obtener el suficiente apoyo popular para enervar el producto y no la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente. Por tanto, instalada o no, ese no deberá ser el centro de los ataques que ambas partes perpetran, debe propiciarse el encuentro de los liderazgos diversos para entendernos en nombre de la nación.
Muchos venezolanos nos encontramos esperanzados en una solución negociada entre los actores en pugna. Urge la sumatoria de las voluntades para hacer realidad este sueño anhelado por las mayorías de bien, entendiendo que negociar es un arte y una ciencia. El dilema del negociador consiste en cómo saber crear valor y reclamarlo al mismo tiempo. Su error? No entender que cuando la negociación es sincera, más es lo que se gana que lo que se pierde.