El pasado 22 de abril se conmemoró el día mundial de la tierra y el 5 de Junio día mundial del ambiente, este ultimo decretado así por la ONU en 1972. Estos días se instauraron para crear una conciencia común de alcance mundial ante los problemas de la superpoblación, del sistema de producción expoliador de la naturaleza y de consumo irresponsable, de la contaminación, los retos de la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ecológicas para proteger la Tierra y el medio ambiente.
El avance de la conciencia ambiental, a pesar de los poderes mundiales que la asumen como un saludo a la bandera, ha generado una verdadera explosión de iniciativas, entre otras las cumbres sobre el cambio climático de profundo alcance en su diagnóstico pero casi nulas en su control y aplicación de políticas. De la Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra, llevada a cabo en junio de 1992 en Rio de Janeiro, emergieron iniciativas como la AGENDA 21 y más en particular de la AGENDA 21 LOCAL.
Agenda 21 es una expresión acuñada en la Cumbre de la Tierra para referirse al Plan de Acción que los estados deberían llevar a cabo para transformar el modelo de desarrollo actual, fundado en el agotamiento de los recursos biofísicos y el envenenamiento de aire, suelos y aguas. El reto es forjar otro que satisfaga las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer el acervo natural de las generaciones futuras. Es lo que se ha denominado desarrollo sostenible: que sus logros y ventajas permanezcan en el tiempo sin afectar el pedazo de biosfera que nos ha tocado vivir, de tal manera que nuestros hijos puedan vivirlo en igual o mejores condiciones.
En el documento final de esa cumbre de hace veinte años, se dedicaba un capítulo al papel de las ciudades en ese ambicioso deseo de cambio. Se reconocía la responsabilidad de las ciudades como también a su capacidad de transformación. Pocas veces unas breves líneas de una declaración formal han suscitado una reacción tan entusiasta. Desde entonces más de cinco mil ciudades de todo el mundo han elaborado o están elaborando sus Agendas Locales 21, mediante mecanismos sociales y populares de participación, a fin de establecer objetivos compartidos para contribuir localmente al desarrollo sostenible del planeta. Se trata de adecuar la máxima ecologista que fecundó la conciencia mundial ambiental: “Pensar globalmente y actuar localmente”.
Más de cinco mil ciudades, hemos dicho, entre las cuales desgraciadamente no está la tierra amada por el sol. Su gobierno y buena parte de las élites apenas la conocen. Poco o casi nada se ha hablado de ella en estos años transcurridos desde entonces. Y mucho menos en la actual gestión signada por la improvisación, la ignorancia y la incapacidad. Estas tres i le vienen de manera casi perfecta al nombre de la Alcaldesa.
Para dar cuenta de ello, basta pasearse por el estado del medio ambiente urbano que nos rodea y lo que queda de la naturaleza que habitamos. No digo que hay que copiar estas iniciativas mundiales como si fueran la solución a nuestros males urbanos; pero la Agenda 21 Local contiene dimensiones importantes como la medición y evaluación de una serie de indicadores para mejorar la calidad ambiental de nuestra ciudad y sirve de guía para la acción, el debate y el diseño de políticas.
Hoy padecemos el problema de la basura en las calles, microbasurales por todas partes, en las avenidas, plazas y sitios emblemáticos, sin que ello sea motivo de angustia para la gestión municipal. Como solución al drama de la basura hemos hecho, con enorme esfuerzo y amplio debate, una propuesta que decimos eficiente, ecológica, práctica, viable y aplicable en corto plazo, pero que encajamos dentro de un plan ambiental para Maracaibo, en el que la educación y pedagogía ambientales sean garantía de su fecundidad en el largo plazo.
Las urgencias de los problemas que enfrentamos a diario, la inseguridad, la limpieza de las cañadas, la cola del por puesto, el caos urbano, nos mantienen ocupados y arrechos y no nos permite apreciar el vacío tremendo de haber olvidado durante tanto tiempo la ecología urbana plasmada o recogida en un plan ambiental para Maracaibo.
Alguien se ha preguntado, por ejemplo ¿por qué, siendo el Lago el 20% del territorio zuliano, está al margen de cualquier estrategia de desarrollo y solo sirve de vertedero de nuestras miserias? Algo hemos hecho mal si el Lago solo sirve de inspiración gaitera y cada vez más en sentido de gaita protesta. La ciudad está atrapada entre el relleno sanitario al oeste que sirve de vertedero y al este el Lago que usamos de depósito o sumidero de nuestros desechos productivos y humanos. En el medio de los dos una Alcaldesa incapaz siquiera de recoger la basura. Tal vez tengamos que convenir entonces en que el primer problema ambiental que tiene Maracaibo es la Alcaldesa.



