Por Francisco Arias Cárdenas
Motilones bravos, les decían a los Bari y algunos aún lo repiten en Nueva Granada. Pobladores de las riberas del lago, en el pie de monte perijanero e incluso en el pie de monte andino. Los Bari son muy trabajadores, respetuosos de sus ancianos, dedicados y contantes. Entre ellos muchas experiencias de vida y el nombre de un fraile, que dio su existencia por el respeto a sus creencias y su cultura: el padre Víctor.
Conocimos hace más de 20 años al padre Víctor, primero en el Tokuko. Con él, Arístides y los yukpas, pobladores de las comunidades de la parte alta del cañón recuperamos el camino hasta Ipika, para facilitar el paso de las mulas cargando las cosechas y llevando de regreso la carga desde el pie de monte. Pero entre las muchas obras que parecían imposibles, hechas casi a mano, con el sentido solidario de las comunidades de la Sierra de Perijà, hicimos en conjunto con servidores públicos dedicados, la carretera hasta Saymadoyi, una tarea que parecía imposible por lo intrincado de la zona.
La carretera, los más de 30 kilómetros de postes y cableado eléctrico y la cancha deportiva, representan un inolvidable el trabajo, ante la dedicación de los hermanos Yukpas y Bari, pero esencial y fundamental la dirección sencilla y respetuosa del Fraile Víctor.
La administración impecable de los recursos y el sentido de respeto permanente a la fe y las expresiones ancestrales de estas comunidades, armonizar las creencias y la cultura de nuestras etnias, servir como mediador para los trabajos de vida mejor de estas comunidades, esa ha sido la tarea del padre Víctor.
Venezuela y sus etnias originarias, todo el pueblo nuestro tiene una deuda esencial con el padre Víctor y con quienes de verdad siguen las huellas de Jesús de Nazareth, sencillo y amable con la gente, con los animales, con el paisaje. Buen discípulo de Francisco de Asís es el Padre Víctor.
FRANCISCO J. ARIAS CÁRDENAS