Por Ernesto García Mac Gregor
Aparte del ventajismo depravado, están las irregularidades, el cambio de sitios de votación sin previo aviso a localidades distantes
El innombrable se mantiene en el poder porque ha utilizado una especie de democracia procedimental que, si bien no respeta muchos aspectos, lo hace con el voto. Sin embargo, en la última campaña electoral reinó una mezcla de maquiavelismo político, agresividad verbal, compra de conciencia, manipulación y reality show, con un ventajismo oficialista descarado, caracterizado por el uso indiscriminado de los recursos de la nación. Para la desvalida oposición fue prácticamente una competencia contra el Estado todo poderoso y repartidor de dádivas.
Más del 65 por ciento de la radio y TV pertenece al Gobierno y opera cual lavado de cerebro, aparte de que el aspirante eterno se aprovechó de su doble condición de Presidente y candidato para disponer de ocho veces más de los canales de televisión. Por su parte, todas las dependencias públicas se convirtieron en voceros del chavismo. La Asamblea Nacional y el CNE son operadores políticos del dictador, la FAN es, sin ambages, el brazo armado de la revolución y el Tribunal Supremo de Justicia vitoreó muerto de la risa y en plena TV “¡Uh!, ¡ah!, ¡Chávez no se va!”.
Aparte del ventajismo depravado, están las irregularidades; el cambio de sitios de votación sin previo aviso a localidades distantes, los votantes fantasmas, los miles de extranjeros con cédula para votar, la operación “remolque”, que no fue más que buscar a los firmantes (45 mil familias) con la famosa Misión Vivienda bajo coacción y la amenaza de votarlos del trabajo. Para colmo, se usaron vehículos oficiales, y aún más lamentable es que soldados vestidos de civil participaron en la operación.
Y ahora las migraciones de seis aspirantes a gobernadores y de un centenar de militantes del PSUV a centros de votación de los estados donde fueron postulados como candidatos para las próximas elecciones regionales es el deprave total.
Hay que seguir adelante, seguir criticando, participar más, aceptar la derrota y celebrar los triunfos, no alimentar rumores, calarse ese trago amargo y entender por qué se pierde o se gana. Que oiga quien tiene oídos…