Antes el asesinato no se calificaba como una hazaña, pero hoy revierte de carácter y respeto a los delincuentes. El hampón viejo cuidaba las apariencias en su comunidad, ahora los vecinos no importan nada.
Los reportes de asesinatos en Venezuela suelen ser dramáticos. Las cifras apuntan a que cada 30 minutos hay un homicidio en el territorio nacional según informaciones extraoficiales del propio Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas. El respeto a la vida luce extraviado por completo.
Pero, ¿Cómo se llegó a tener una delincuencia tan violenta en el país?
Una de las razones propias del fenómeno las ha esbozado el padre Alejandro Moreno, sociólogo especializado en el tema de la criminalidad en su investigación “La violencia asesina en Venezuela”, publicada en la revista científica “Espacio Abierto”, donde plasmó las formas de vida de malandros confesos de varias generaciones que sirvieron de fuentes vivas para la documentación del desgarrador ensayo.
Según Moreno, la formación de los individuos delincuentes conlleva a muchas aristas, pero ha destacado primeramente la fractura del hogar, y luego la ostentación y el respeto que inculcan la calle a los jóvenes que toman “la vía” como le llaman a la vida hamponil.
Pero la crisis no ha parado allí. Según el investigador, ahora el asesinato se ha convertido en una hazaña para los malandros, algo que en los años 60, 70, 80 e incluso, mediados de los 90, era una suerte de “accidentalidad”.
“En los barrios suelen hablar del ‘malandro viejo’ como distinto al ‘malandro nuevo’, esto corresponde, según nuestras historia de vida, a la experiencia de las comunidades populares en su bregar con los malandros”, apunta.
La investigación arrojó diferencias sustanciales que explican la evolución del malandro venezolano y su paso a convertirse en una máquina asesina.
En la “forma antigua” “malandro viejo”, explica Moreno, el asesinato no es presentado como una hazaña ni una acción valiosa y propia de quien es valiente o frío o despiadado.
“Lo cuentan como un hecho que fue necesario producido por las circunstancias, como algo inevitable si el ejecutor quería salvarse de lo peor. El énfasis hazañoso no está en el asesinato mismo, sino en la manera de ejecutarlo, esto es, en la habilidad con que se hace, en la inteligencia con la que se planifica, en la astucia con la que se es capaz de descubrir los puntos débiles del otro…”.
Ahora bien, en la “forma media”, malandro que puede oscilar entre treinta o cuarenta años, ciertamente tampoco el asesinato no es un acto glorioso, pero tampoco se oculta. “Se confiesa sin ningún pudor la voluntad de hacerlo y se narra con indiferencia, sin lamentarlo ni sentirse culpable. Es una actitud de ligereza”, señala Alejandro Moreno.
Pero en la “forma nueva” de delincuente, donde encajan perfectamente jóvenes varones menores de edad hasta entrados los 20 años, el homicidio sí es una “gloria”.
“El énfasis está en la capacidad de asesinar y asesinar mucho. El número de asesinatos con relación al tiempo es muy importante. Cuanto más muertos se tenga encima y más joven sea el sujeto, más digno de admiración y más valioso es. La violencia asesina en este grupo es descarada, totalmente fría, inmotivada o con motivaciones absolutamente banales, casi mecánica”, subraya la investigación.
Otras mecánicas
En la “forma antigua”, se delimitaban los campos de acción, de modo que si el hampón robaba, no asesinaba o hería.
En la “forma nueva”, no hay separación, pueden robar, atracar y asesinar en una misma acción.
Los “malandros viejos” como los ha calificado Moreno, más que por su edad, por su forma de operar, mantenían estrechos lazos con sus comunidades, las protegían de otros malandros externos, e incluso eran protegidos por los mismos vecinos si cumplían ciertas normativas. El hampón sentía la necesidad de ser aceptado por sus vínculos de la niñez con familias que lo vieron crecer.
Pero los “malandros nuevos” no tienen ningún apego. “No le importa si es aceptado o no. La aceptación está sustituida por su capacidad brutal de imponerse, de ejercer poder total sobre la comunidad. Es el poder como instinto de muerte en su estado más puro”, advierte el texto.
Moreno destaca que el delincuente nuevo es un “solitario” y su esquema mental no está abierto en ninguna medida al diálogo. Huye de la policía o la enfrenta.
La fractura
Los malandros, en todas sus generaciones pasan por una misma trayectoria de separación familiar. Según Moreno estas son algunas etapas con configuran la mentalidad del asesino de hoy:
- Desde niños tienen relación débil con madres o padres
- No se perciben como pertenecientes de lleno en su familia
- Comienzan a mostrar conductas desadaptadas
- Los expulsan del colegio
- El vecindario comienza a percibirlos como problemáticos
- Se desligan de la familia desde temprano
- Comienzan desde muy jóvenes a dormir en la calle
- El alejamiento de familia se hace prolongado
- Empiezan a integrar grupos de delincuentes
- Ya comienzan a formar parte de la vida delincuencial
Por: Carlos Moreno
@carlosmoreno1