
El destacado académico zuliano murió inesperadamente a los 60 años de edad hace exactamente un mes. Sus aportes a la química han sido contundentes. Contamos en breves líneas la historia del hombre y del investigador.
Humberto Soscún Machado veía las cajas de cigarrillo todas las noches antes de salir a venderlas. Sabía que con ellas se ayudaba y cooperaba con la economía de la casa. No tendría más 14 años cuando tomaba los fajos y se instalaba como todo un comerciante de labia y empeño en el bar “El Chupulun” del barrio Los Andes, en Maracaibo. Y tenía razón.
Su juventud laboriosa fue la génesis de su éxito como investigador y científico internacional. Salió de la parroquia Manuel Dagnino y fue a resonar hasta en Egipto, con conferencias especializadas para erigirse como uno de los más destacados químicos del Zulia.
El objetivo siempre lo tuvo claro, graduarse y ser un científico. Le gustaba la bata blanca y el laboratorio desde niño y en esa fascinación perseguía la imagen de un Einstein como tutor de concentración e indagación.
Soscún Machado nació un 30 de mayo de 1953 y hace apenas un mes el 18 de octubre, tan solo con 60 años de edad y una prominente carrera le tocó emprender el viaje de no retorno. Un voraz cáncer de colon lo sorprendió con demoledor poder, el “Emperador de todos los males” como definiera el Pulitzer Siddharta Mukherjee, a la enfermedad, lo conquistaba para arrebatarlo a la academia.
Pero antes de partir el científico dejó camino, amplio además. Soscún, graduado en la Facultad Experimental de Ciencias de la Universidad del Zulia como licenciado en Química, siguió la marcha con un Magister en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas y luego remató con el PHD en la Universidad de Manchester, Reino Unido.
Probó la docencia con ahínco desde 1994 hasta la hora de su partida como titular del alma mater zuliano, donde se jubiló aunque continuaba activo como investigador y logró escalar en la carrera hasta asumir cargos como Director del Centro Nacional de Tecnología Química CNTQ, Investigador titular del IVIC, Jefe de Red de Computación de LUZ, Director de la División de Investigación de la Facultad Experimental de Ciencias de LUZ y hasta como Coordinador de la Unidad de Química Inorgánica de LUZ.
Balanceaba su trabajo, la familia y los gustos. Podía pasar bien del laboratorio donde estudiaba la óptica no lineal, la nanotecnología o las constituciones moleculares del petróleo, a plantarse para escuchar los éxitos de Pastor López, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa o Sandro.
Con la misma nota disfrutaba, casi como catador, un buen vino o Scotch, escuchando los ritmos tropicales de su hermano músico y emblemático periodista zuliano Pedro Soscún Machado, con quien los lazos fueron totales desde la niñez. Vivieron juntos la experiencia de una escuela para hijos de militares en Los Teques (Su padre, Pedro Pablo Soscún, fue jubilado de la Guardia Nacional), pero el retorno por afecciones de salud de Pedro, lo hizo tomar la decisión de regresar al Zulia.
Alternaba con pulso de cirujano su vena popular y académica. Su concentración, afirma su esposa e investigadora de su misma área Olga Castellanos, era imperturbable, más aún si se imbuía en las investigaciones de estudios moleculares, reacciones catalíticas y zeolitas, que se publicaron en masa en las revistas arbitradas de química más prestigiosas del mundo y lo llevaron a difundir descubrimientos en París, Italia, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, y varios países de Suramérica.
Era amante de Sinamaica, allá se reencontraba con su familia. Era lugar de despeje y compartir. El ambiente de la casa materna le animaba a hacer el café, echar cuentos y recordar sus viajes en autostop hacia las playas de Adicora, Falcón. Un profesor que no cambiaba el sancocho de gallina y el revuelto de pollo de su madre, Elena Machado, por una crepe francesa.
Sus especializaciones en crudo lo llevaron en los últimos años a asumir cargos como asesor de Petróleos de Venezuela en el área de Producción (Intevep), donde se desempeñó activamente este año.
Merecedor de la Orden Jesús Enrique Lossada en su primera clase (1998) su desempeño también resaltó como organizador de grandes eventos científicos asociados a la química en Venezuela, Perú y Francia. Además de formar parte activa como miembro de Sociedad Americana de Química, Comité Venezolano de Óptica, Sociedad Venezolana de Química, Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia y la Sociedad Venezolana de Catálisis. Fue candidato al decanato de la Facultad Experimental de Ciencias, y conoció los sinsabores de la política, razón por la que sentenció su posición de no retorno a esa arena.
Sus aportes a la ciencia zuliana han quedado plasmados para generaciones de relevo. Su partida ha sido extremadamente prematura e inesperada.
Batalló duro tres meses contra el “Emperador de todos los males” en la ciudad de Caracas, rodeado de familiares, sus hijos, Heverest Jhovan, Dunisse Pola y Humberto José, amigos y demás cercanos, hasta que decidió que era hora de no exponer más a sus queridos a verlo guerreando.
Para ellos siempre quedará la imagen de aquel joven que salía en la noche con el fajo de cigarrillos a venderlos en el barrio Los Andes y que escaló alto. Para la academia, un conquistador.
Redacción/DiarioRepública/Carlos Moreno