Estas líneas representan, en pequeña escala, el tono de la civilidad de Maracaibo, precisamente cuando cumple sus 484 años de fundada. La herencia no es más que la anarquía, el desamparo y la impunidad. No hay motivos para respetar, ni proteger. Las leyes son papeles que alguien alguna vez repasa en tribunales y la Constitución es un librito azul que solía sacar el fallecido presidente. Más nada.
Crónica breve:
Yo, Carlos Moreno, no vuelvo más a Bambi Café de la 20
Sí, tomé la decisión y lo hice saber en voz alta frente a la caja mientras pagaba un desayuno, más por respaldo con la mesera, que por obligación. Bambi Café era un sitio que frecuentaba con mis queridos maestros a charlar y recibir lecciones sobre el país. Lugar de reuniones excepcional, pero resulta que a su administración y encargados “les sabe”, lo que allí hagan sus clientes.
Mi esposa, recién embarazada, quería comerse los “cachitos” del domingo y asistimos, como otros tantos fines de semana, al Bambi. La mesera nos atendió cordialmente, tomó el pedido y trajo lo ordenado. Nos sentamos en la terraza, como acostumbrábamos y comenzamos a desayunar.
Diagonal dos mujeres, evidentemente poco ciudadanas encendieron sendos cigarrillos y empezaron a humear. Miré el letrero inmenso sobre el marco de la puerta: Por resolución del Ministerio del Poder Popular para la Salud, Gaceta Oficial N° 39.627 del 02 de marzo de 2011 / Resolución 030 del 02/03/2011 200° y 152° ESTE ES UN AMBIENTE 100% LIBRE DE HUMO DE TABACO.
Pedí el favor a las «cavernícolas» que apagaran los cigarrillos, que primeramente respetaran a los demás, que leyeran el gran letrero que se repite igual en la entrada del establecimiento y también le hice saber que mi esposa estaba embarazada. Me pasé de caballero. La respuesta fue como todo en este país, una burla fundada en desconocimiento, altanera, envalentonada y claro está, visceral, cavernaria: “Aquí se puede fumar, andá y hablá adentro”.
Entendí que no hablaba con ciudadanas, y ciertamente seguí el canal para buscar respuesta. Al encargado del local: “Hermano haga el favor de pedir a las mujeres diagonal a mi mesa que apaguen los cigarrillos, esto es, supuestamente, un lugar libre de humo de tabaco”. Respuesta: “Estamos cansados de decírselo, déjeme llamar al dueño”.
Mi contrarrespuesta: “Hermano vaya y por favor les dice que apaguen los cigarrillos si no me paro y me voy, hagan ustedes al menos valer derechos en su negocio, o es que aquí se hace lo que se les pega en gana a los clientes?”.
Regresé a la mesa, las mujeres seguían fumando, de dentro nunca nadie salió a poner orden. Culpables sobran en esta anarquía, y es que la impunidad se cuela hasta en un café, minúsculo modelo a escala de país fue lo que presencié en esos 100 metros cuadrados en que exigí el cumplimiento de deberes y derechos.
Nadie hizo nada, solo miraban mientras yo reclamaba y hablaban entre sí. Pude escuchar consideraciones, pero se quedaron en el círculo de sus mesas. Ganó la anarquía, la indolencia y la caverna.
Pagué la cuenta para que no se la cobraran a la mesera. Aún el encargado hacía la mímica de estar llamando a su jefe para informarle la situación.
Recibí una lección de país….otra más, al menos esta no fue en la morgue.
Carlos Moreno/DiarioRepública
así esta nuestro país llenandose de mal educados, gente con la que no se puede convivir.