Interpretar el costo de las cosas en Venezuela es como leer un texto religioso: cualquier análisis depende de quién lo haga.
Una botella de agua de litro y medio, por ejemplo, cuesta 15 bolívares, una cifra que puede equivaler a US$2,3, US$1,3, US$0,3 o US$0,08, según la tasa de cambio que se use (hay tres oficiales y una paralela o extraoficial).
Durante los últimos dos meses, la tasa del dólar libre del mercado negro se ha disparado, llegando a ser 28 veces más alta que la tasa oficial más baja.
Desde entonces lo primero que hacen los venezolanos cuando se levantan es mirar si el paralelo bajó o sigue disparado: piensan, se preguntan, especulan sobre si deben cambiar, esperar o guardar sus bolívares. Saben que los dólares son un refugio ante el vaivén cambiario.
Otro ejemplo: una hamburguesa Big Mac en McDonald’s cuesta 245 bolívares, que puede ser entre US$38 y US$1,4. Pero mañana, por la continua devaluación, puede que cueste US$1,2.
Y si se lleva esto a la macroeconomía -a las importaciones, las inversiones o las compras de un apartamento, un carro o un seguro-, paliar con este embrollo es un trabajo de tiempo completo.
Quizá este dato le ayude al confundido a esclarecer el asunto: el billete de mayor denominación en Venezuela, el de 100 bolívares, vale menos de un dólar, a la tasa paralela.
La abismal diferencia entre el oficial y el paralelo afecta a unas personas y beneficia a otras, pero deja claro que, ahora más que nunca, Venezuela puede ser un país caro -carísimo- y barato -baratísimo- al mismo tiempo.
Añádase a la ecuación una de las inflaciones más altas del mundo, precios regulados de ciertos productos y una economía importadora y dependiente del petróleo, que con la caída de su precio ha significado menos ingreso de divisas para Venezuela.
Por qué hay mercado negro
Desde que el presidente Hugo Chávez instauró el control de cambio en 2003, además de las divisas oficiales que los venezolanos le compran al Estado existe un mercado paralelo de divisas.
La tasa oficial ha sido devaluada seis veces desde entonces, y hoy los venezolanos cuentan con tres tipos de cambio oficial -Cencoex (6,3 bolívares por dólar), Sicad I (10,5) y Sicad II (49)- que se adjudican dependiendo de si se trata de medicinas y alimentos, manufactura o turismo, entre otras.
Aunque en cualquier país hay demanda de divisas, Venezuela tiene algo de especial: es un país que importa la gran mayoría de lo que consume(hasta el 70%, sólo en el sector de alimentos, según la Confederación de Productores Agropecuarios).
«Si bien hemos visto una caída en la liquidación de divisas, la madre de los desequilibrios es el déficit fiscal del sector público financiado con la impresión de bolívares», le dice a BBC Mundo Jessica Grisanti, de la consultora Ecoanalítica.
El gobierno central, afirma la economista, ha mantenido su gasto público con billetes impresos por el Banco Central que no están respaldados por reservas en divisas.
«Y esto presiona los precios con mayor demanda y, a falta de dólares oficiales, permite que la gente esté dispuesta a pagar precios altos por los dólares negros», dice Grisanti.
Es imposible saber, exactamente, cuántos dólares se cambian en el mercado negro.
Según cifras oficiales, en el primer semestre de 2014 se asignaron US$6.635 millones para importaciones y se registraron US$17.351 millones en importaciones no petroleras. Es decir: 40% de las importaciones fueron con dólares oficiales.
Y el 60%, asumen los observadores, se hace con dólares negros.
No obstante, el presidente Maduro dijo el lunes que el 99% de las importaciones es con dólares oficiales.
«El dólar paralelo en la realidad económica venezolana no existe, que nos lo quieren imponer como instrumento de guerra financiera, monetaria, psicológica, política», aseguró Maduro.
Una guerra, dijo, que busca «desestabilizar al país» y «generar una hambruna».
Por qué el repunte
La disparada del dólar paralelo tiene varias causas: alto endeudamiento público, reducción del ingreso petrolero y una sensación de incertidumbre política y económica.
Asimismo, diciembre suele ser una época de alta demanda de dólares y mucha liquidez monetaria, impulsada por los aguinaldos de fin de año.
«Pero además cuando el dólar paralelo está disparado aparecen dos sujetos que no suelen cambiar en este mercado», le dice a BBC Mundo un cambista ilegal.
«Aparecen los nerviosos, que cambian porque no saben qué va a pasar y quieren proteger sus ahorros, y los especuladores, que hacen negocio cuando el dólar sube cada día», explica.
Les perjudicados
La mayoría de los venezolanos se ven afectados por el aumento del dólar paralelo, porque con ello suben los precios y los bolívares pierden valor.
Luis Correa* es uno de los afectados: fue despedido de una importante compañía privada y quiso cambiar su liquidación antes de que siguiera perdiendo valor.
Tras 15 años empleado, recibió 750 mil bolívares, lo que para muchos venezolanos es una fortuna: 153 salarios mínimos mensuales.
El Sicad II, que le podría transformar su liquidación en US$15.000, no le respondió su solicitud de dólares, así que cambió al negro, y obtuvo US$8.000.
Jimena Marroquín* lleva cinco años importando muebles, pero desde que el dólar se disparó, dejó de hacerlo y vende lo que consigue comprar en bolívares.
«El problema cuando estás importando con dólares paralelos es que no sabes qué precio final poner a los productos, porque lo más probable es que cuando vayas a reponer el inventario los dólares estén más caros», explica.
Los beneficiados
Sin embargo, no son pocos los que se benefician de la subida del paralelo: los que ganan en dólares, los que tienen depósitos afuera o reciben plata de sus familiares y, claro, los cambistas.
Tal es el caso Virginia Alfaro*, que visitó Caracas hace unos días desde Argentina.
Se quedó en un hotel de lujo, donde la noche cuesta 16.000 bolívares, lo que equivale a tres salarios mínimos mensuales.
La noche en el hotel pudo haberle costado a Alfaro US$2.500, pero al comprar bolívares en el paralelo pagó US$94. Comió en restaurantes finos, hizo compras de ropa y anduvo en taxi privado todo el tiempo.
No se gastó más de US$1.000 en una semana.
En 12 años de control cambiario, hay sectores como los bienes raíces o el turismo que se han dolarizado parcialmente en busca de estabilidad.
Por ejemplo, para salir de Venezuela en avión hay dos opciones: o pagar en dólares a una aerolínea internacional un boleto que va de US$500 a US$15.000, dependiendo del destino, o viajar con una de las aerolíneas nacionales, a las que se paga en bolívares pero cuya oferta es más limitada y por tanto los cupos son más difíciles de conseguir.
«Foco de corrupción»
Comprar dólares oficiales y después venderlos al negro para después volver a empezar es un negocio que puede tener hasta 1.000% de rentabilidad.
Aquellos «vivos» se conocen en Venezuela como los «bolichicos»: personas que tienen contactos en las entidades de asignación o que, con una empresa fantasma, solicitan divisas para una operación que no hacen.
El exministro de Planificación de Chávez Jorge Giordani, quien tras su salida del gobierno en junio escribió una dura carta en contra de Maduro, admitió que el control de cambio -del cual fue artífice y defensor- había sido un «foco de corrupción».
Según varias denuncias -entre ellas una de la expresidenta del Banco Central, Edmée Betancourt-, se perdieron US$20.000 millones de dólares solo en 2012 a través del control de cambio.
Los beneficiados de esas operaciones ilegales son conocidos en Venezuela como los «nuevos ricos».
Aunque también están los «nuevos pobres», esos que con la inflación y la devaluación del bolívar han visto como su poder adquisitivo y sus ahorros son cada vez menores.
Es por eso que los precios de las cosas en Venezuela, más que en cualquier parte, dependen de cómo se miren.
Vía BBC Mundo
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