
Desde hace más de una década, en Venezuela han circulado rumores sobre una mediación de Estados Unidos contra el Gobierno de Maduro. Sin embargo, los soldados estadounidenses nunca llegaron, y la falta de resultados concretos ha generado un profundo escepticismo entre la población, que ya no cree en las promesas de intervención ni en los anuncios de cambio político.
Cuando el gobierno de Donald Trump inició un despliegue naval cerca de la nación sudamericana, la respuesta de los venezolanos fue una mezcla de miedo, ansiedad y un gran escepticismo. La población, cansada de las promesas incumplidas, no creía que el gobierno estadounidense fuera a tomar una acción militar real en esta ocasión.
«Sinceramente, no creo que el gobierno americano vaya a hacer nada en esta oportunidad», afirmó Pedro Martínez, un conductor de 52 años de Carabobo. La gente se siente decepcionada y ha perdido la fe, pues lleva años escuchando promesas que no se materializan, tanto de los gobiernos de aquí como de los de allá.
El Pentágono comenzó a desplazar buques de guerra hacia el sur del mar Caribe después de que Trump emitiera una directiva secreta. Esta directiva pedía al ejército estadounidense que usara la fuerza contra los cárteles de la droga latinoamericanos, incluido el Cártel de los Soles. Este movimiento estratégico se presentó como una medida para combatir el narcotráfico en la región.
Funcionarios del gobierno de Trump han justificado la presencia militar como parte de un esfuerzo para detener el flujo de drogas hacia Estados Unidos. Además, han continuado calificando a Maduro como un líder ilegítimo. Esta acumulación de fuerzas ha sido interpretada por muchos como una estrategia para presionar y desestabilizar al gobierno venezolano.
En respuesta al despliegue naval estadounidense, Nicolás Maduro anunció el despliegue de 4,5 millones de milicianos en todo el país. «Ningún imperio va a venir a tocar suelo sagrado de Venezuela, ni debería tocar suelo sagrado de Sudamérica», declaró el mandatario el lunes. Su discurso buscaba reforzar la soberanía nacional y alertar sobre una posible agresión externa.
Sin embargo, la fuerza miliciana a la que se refirió Maduro está conformada por voluntarios y, según expertos, es la menos preparada de las ramas militares del país para el combate. Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, destacó que esta fuerza no representa una amenaza real y que su despliegue es más simbólico que estratégico. El anuncio, por tanto, fue un acto de propaganda para fortalecer el discurso del gobierno.
La situación ha puesto en evidencia la desconfianza de la población venezolana hacia las acciones de gobiernos extranjeros, en particular los de Estados Unidos. La promesa de una acción militar ha sido utilizada en múltiples ocasiones sin resultados tangibles, lo que ha llevado a los venezolanos a creer que estos movimientos son simplemente parte de un juego político sin un impacto real en su situación.
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