
El Diario La Verdad nos trae un impactante reportaje sobre la vida de los infantes entre la inmundicia del relleno sanitario de La Ciénaga, en el municipio Jesús Enrique Lossada.
La desgarradora historia vuelve a tocar sensibles fibras de la erosión social y golpea con fuerza. Comen basura, se visten con basura y viven de la basura, pero aún hay destellos de alguna esperanza…
Así cuenta la reportera Luzmila Mejía Smith, acompañada con el ojo fotográfico de Odailys Luque, esta realidad:
La Fundación Suchon’ ni Tain les reparte alegría a los pequeños trabajadores y los motivó a estudiar. El 60 % de la matrícula escolar de la zona combina ambas labores.
A sus 10 años se puso sus primeros guantes y saco. Yéssica Bracho, al lado de su papá y mamá se adentró temerosa a la montaña de desechos que la superaba en tamaño, y siempre atrás de ellos continuó con cada uno de sus pasos. Aguardó a que el camión estacionara y abriera su piñata.
La basura rozaba su cuerpo como agua cayendo de regadera. Con la bolsa en una mano, usó la otra para extraer sus primeros plásticos, hierro, archivo, o aluminio. Los juntó para vendérselos a los desconocidos que a la distancia esperaban con carros de supermercados listos para comprar. Los 90 bolívares que recibió a cambio de su primera basura comercializada en el relleno La Ciénaga, municipio Jesús Enrique Lossada, los entregó completos a sus papás.
Así cambió su rutina. Desde las 7.00 de la mañana a 5.00 de la tarde, la mayor de cinco hermanos se metía en su único mundo. Un año después, en horas del almuerzo, se escapaba por ratos a recibir clases debajo de una mata cercana. Compartía la sombra de las hojas con 120 niños más que soñaban un futuro diferente en manos de la profesora Elizabeth Pirela.
El grupo, poco a poco se redujo a 36, y en dos años (2006) obtuvieron su primera edificación, hoy convertida en la Escuela Básica Nacional Surula Wuakuaipa en el sector El Molino, parroquia La Concepción.
Labores combinadas
En la actualidad la escuela maneja una matrícula estudiantil de 636 niños. La profesora Elizabeth Pirela hoy ofrece clases en pequeños salones a una población infantil que no es consecuente con una condición económica crítica. "Van y vienen. El 60 por ciento trabaja en el relleno para ayudar a sus padres aunque no lo digan. Si visitamos el lugar, los encontramos".
La sexta promoción de la institución graduó en julio de este año a 90 trabajadores del relleno. Pero la primera de la comunidad en obtener ese logro a sus 18 años fue Yéssica, quien motivada por sus aprendizajes abandonó a esa edad sus visitas al basurero, y se convirtió conocida entre los jóvenes por alcanzar ambas metas.
Su madre Maribel González ("Mamita"), líder de la comunidad, se infla de orgullo. Después de 26 años recogiendo basura también dejó la tarea para vender agua a mil bolívares dentro del relleno, ahora cree un futuro diferente. A sus últimos dos hijos no los llevó a trabajar, sino a estudiar. "A la mayoría de los trabajadores los llevan sus papás por la escasez de dinero. Pero también hacen falta más escuelas en la comunidad, solo hay tres".
En su mayoría son niños mayores de 12 años los que subsisten de la basura. Más de 500, según la Fundación Suchon’ ni Tain, portavoces de esa comunidad, se meten en la actualidad sin miedo en las montañas para aportar algo a su casa.
Algunos amigos de Yéssica Bracho y sus hermanos aún trabajan recogiendo, separando y vendiendo basura. Pero para ella ese es su pasado: "Quiero ser licenciada en Comunicación Social. Me inscribí en las becas JEL, y no la conseguí. Seguiré moviéndome con mis papeles hasta entrar en una universidad".
Esperanza a toda costa
Un rotundo "no" del ejército vigilante del relleno La Ciénaga impidió que los representantes de la Fundación Suchon’ ni Tain, subieran ayer en la mañana a las altas montañas de basura en búsqueda de los niños que laboran dentro de ellas. Los argumentos de Betty Loaiza, su presidenta, resultaron insuficientes para ablandar las reglas de no permitir la entrada de extraños y cero fotografías impuestas por el personal trabajador de la garita de la Alcaldía de San Francisco.
Con cajas de pastelitos en manos para repartir a los infantes, Loaiza no se desanimó, y esperó que los niños guindados a los camiones de la basura bajaran hasta la entrada del relleno. Desde allí guió a 150 hacia el patio de "Mamita", en donde les repartió refrigerios concedidos por el Hospital Universitario de Maracaibo, ropa donada, cotillones del Hospital Rosario de Cabimas, juguetes y útiles escolares de colaboradores.
Loable labor
La Fundación Suchon’ ni Tain, desde hace seis años permanece en contacto con los niños para ofrecerles ayuda y motivarlos a que ingresen al sistema educativo con el apoyo de las comunidades. Unos 690 niños siguieron ese propósito.
Vía Diario La Verdad/Luzmila Mejía Smith/Foto: Odailys Luque