La batalla de Alepo servirá para saber si es cierto eso de que la fe mueve montañas. Es de lo único de lo que disponen los rebeldes sirios acuartelados en una escuela del barrio de Sajur, al este de la ciudad.
No tienen mucho más para defenderse de los tanques que en las primeras horas del sábado empezaron a atacar el barrio de Saladino, en el extremo occidental de Alepo. Apenas disponen de lanzacohetes y la munición se antoja demasiado escasa para defender la ciudad, la más poblada del país.
Los ecos del ataque del Ejército sirio comenzaron a oírse desde Sajur pasadas las cinco de la mañana y no pararon hasta las ocho. Los combates fueron más intensos que los que habían ocurrido esta semana. En algunos momentos era casi imposible distinguir un cañonazo de otro. En la escuela casi no se veían combatientes y los que quedaban montaban en camionetas para dirigirse al frente del oeste. Esas mismas pick ups llegaron después con algunos heridos. Al menos 33 personas —cinco rebeldes y 10 soldados de las fuerzas de El Asad, entre ellos— murieron durante la ofensiva, según los Comités Locales de Coordinación, la rama civil de la resistencia.
La lucha por el control de Alepo ha despertado el temor en la comunidad internacional a que se produzca una masacre en la ciudad.
El enviado de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, expresó anoche su "preocupación por la concentración de tropas y armamento pesado en torno Alepo" en preparación de "la inminente batalla". Pidió contención y añadió que ese movimiento de tropas "es una prueba más de la necesidad de que la comunidad internacional se una y persuada a las partes de que solo una transición política que lleve a un acuerdo político resolverá esta crisis y traerá la paz al pueblo sirio".
Aunque en Alepo se concentraron ayer los mayores combates, los bombardeos y ataques afectaron también a Idlib, Hama y la periferia de Damasco. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres, durante la jornada murieron cerca de 160 personas en distintos combates en todo el país. Al menos 18.000 personas han fallecido desde el inicio de las revueltas, en marzo de 2011, según datos de ese grupo opositor.
El viernes la población había comenzado a hacer acopio de alimentos en algunas tiendas. Hombres y mujeres esperaban en dos colas distintas de unos 100 metros de largo a que abriese la única panadería que queda en el barrio de Sajur.
Las otras cuatro fueron destruidas durante los ataques. Algunos decidieron refugiarse, otros optaron por emprender la marcha hacia el este. Miles de familias han dejado sus casas para protegerse. Los colegios y las mezquitas se convirtieron en hospitales improvisados. Las líneas de teléfono y el suministro eléctrico fueron cortados. La Media Luna Roja siria anunció el viernes que suspendía “ciertas operaciones” en la ciudad por el aumento de la violencia. El organismo se ha concentrado en ayudar a los desplazados por el deterioro de la situación, según el Comité Internacional de la Cruz Roja en Siria.
Varios helicópteros, aviones militares y carros de combate participaron en la ofensiva, que comenzó sobre el barrio de Saladino y se extendió a lo largo del día por varios puntos periféricos de la ciudad, la segunda ciudad de Siria. Al menos un centenar de tanques se desplegaron en las calles. Las tropas avanzaron por el suroeste de Alepo por la mañana y para la tarde habían extendido los ataques a los barrios al noreste de la ciudad. En el barrio de Sajur se produjeron combates en las primeras horas de la tarde. Los ataques también se extendieron a los barrios de Hanano, Fardus y Furqan. La televisión oficial siria se limitó a calificar la situación como choques aislados con terroristas y citó que las fuerzas de seguridad se habían enfrentado a grupos que intentaban agredir a la población.
Es difícil analizar el estado anímico de los civiles tras una semana de combates y la amenaza de una cruenta batalla final que podría arrasar Alepo. A última hora de la tarde, las tropas del régimen rodeaban prácticamente toda la ciudad y controlaban los accesos, según los rebeldes, que valoraban la retirada.
La estrategia que el régimen ha seguido en Alepo es la misma que utilizó en Homs en febrero pasado: atacar la ciudad barrio por barrio hasta reprimir por completo a las milicias rebeldes. Bachar el Asad tiene la fuerza militar para controlar Alepo y otras ciudades, pero no es fácil que consiga reprimir por entero la revuelta en las zonas rurales. El Ejército Sirio Libre controla varios territorios en el interior del país, incluyendo los alrededores de Alepo, la capital económica de Siria. En la carretera que une a la ciudad con la frontera turca los milicianos levantaron controles identificados con carteles.
Especial El País/Álvaro de Cózar