Los organizadores de Rio-2016 prometieron que no habría elefantes blancos al terminar los Juegos. Pero seis meses después crecen las dudas sobre el futuro de las instalaciones olímpicas, pese a ciertos legados positivos, como la mejoras en el sistema de transporte urbano.
El césped marchito en el famoso estadio Maracaná o los apartamentos sin vender en la treintena de torres de la Ciudad de los Atletas, proyectada para convertirse en un barrio lujoso, muestran en cambio que muchos compromisos contraídos antes de los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica han quedado sin cumplir.
En espera de la extensa y fastidiosa tarea de desmontar las estructuras temporales, el Parque Olímpico no acoge prácticamente ningún acontecimiento deportivo desde el fin de los Juegos Paralímpicos, el 18 de septiembre.
Abierto al público desde el 21 de enero, esa vasta área donde se realizaron las populares competencias de natación, gimnasia o básquetbol tampoco atrae a muchos visitantes.
El paisaje es desolador: materiales de construcción abandonados, asientos apilados y alcantarillas a medio cerrar. La piscina de precalentamiento donde hace seis meses Michael Phelps se preparaba para sus hazañas olímpicas se ha convertido en un criadero de mosquitos.
Sin piscina en el verano
El 20 de agosto, en la víspera de la ceremonia de clausura, el entonces alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo Paes, prometió que no habría “elefantes blancos”.
Con este objetivo lanzó una licitación para que el Parque sea administrado por una sociedad privada, pero ningún candidato confiable se presentó y la alcaldía decidió en diciembre otorgar su gestión al ministerio de Deportes.
Entre tanto tuvieron lugar elecciones municipales y las nuevas autoridades, en funciones desde enero, piden tiempo para negociar todos los contratos.
La Arena del Futuro – construida con prefabricados – debería transformarse en cuatro escuelas para los barrios pobres de Rio, pero la alcaldía afirma que “el presupuesto se está revisando, así como los lugares y los plazos de construcción”.
“Como ciudadano estoy muy preocupado. Aprendí a desconfiar de los políticos. Si estas escuelas no ven la luz será un verdadero fracaso”, afirma Gustavo Martins, arquitecto a cargo del proyecto original.
Según el Comité Olímpico Brasileño (COB), todas las instalaciones permanentes tienen potencial de transformarse en centros de excelencia para la práctica deportiva de alto nivel pero, otra vez, tampoco hay algún proyecto sólido hasta ahora.
“Debemos tener una reunión con el ministerio de Deportes la próxima semana y esperamos poder utilizar las instalaciones en el segundo semestre de este año”, dice el director ejecutivo del COB, Agberto Guimaraes.
El parque de canotaje slalom se había convertido en una piscina gigante para deleite de los niños del suburbano barrio Deodoro. Pero está cerrado desde finales del año pasado.
La alcaldía asegura que se empeña en que “vuelva a abrir lo antes posible”, pero antes debe “resolver problemas contractuales que datan de la administración anterior”.
Crisis económica
“El proyecto de legado para Rio es bueno, pero tiene que materializarse”, declaró en enero Christophe Dubi, director de los Juegos Olímpicos en el Comité Olímpico Internacional.
Una de las mayores promesas de la campaña de Rio a los Juegos nunca se concretó: descontaminar la Bahía de Guanabara, que en ciertos lugares es una pestilente cloaca a cielo abierto.
Las autoridades locales reconocieron al término de los Juegos que descontaminar esas aguas podría llevar más de 25 años y que no podría realizarse sin el apoyo masivo del sector privado.
Hay, sin embargo, algunas transformaciones positivas. La construcción de una nueva línea de metro y una vía suplementaria para acceder desde los barrios más turísticos a otros más alejados como Barra de Tijuca (oeste), donde tuvieron lugar la mayor parte de las competiciones, disminuyeron considerablemente los embotellamientos en la segunda ciudad de Brasil.
La Zona Portuaria, hasta unos años un lugar oscuro y peligroso, hoy es una atracción turística con grandes explanadas y una hermosa vista sobre la bahía de Rio.
En la plaza donde ardía la llama olímpica, el Museo del Mañana y su diseño a manos del arquitecto español Santiago Calatrava siempre está lleno de visitantes, así como el Acuario de Rio.
Pero la revitalización del puerto tampoco es lo que se prometía. La recesión económica que golpea a Brasil paralizó los planes de construir un nuevo polo financiero y dar más vida al sector con nuevos proyectos habitacionales.
Vía NAD/www.diariorepublica.com